domingo, 30 de enero de 2011

BAJO ESCUCHA

Siempre había estado allí. Durante siglos, la Alhambra fue uno de los mejores exponentes de lo que debe ser un viaje al pasado, un complejo que haría las delicias de cualquier turista. Sin embargo, cuando el por entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, le declaró sus floridas palabras sobre su anochecer, la demanda se incrementó. Y es que, la publicidad también juega, incluso en las obras maestras.
Maureen Ryan, del Chicago Tribune, siguiendo nuestro símil, también debió sentirlo así, no le bastaba con elogiar un magnífico show televisivo creado en el 2002, tuvo que apostillar una frase de las que se graban en la memoria: "Si sólo dispones de una hora a la semana para ver la televisión, concédesela a "The Wire"". Algo tendrá el agua cuanto tanto la bendicen, dice el refranero, pero no ha sido hasta recientemente cuando he visto la primera temporada de este programa que hoy tiene tintes de clásico.

Lo cierto es que nunca he estado en las calles de Baltimore, pero se nota desde el primer momento, que David Simon estudió con atención los entresijos de su sistema judicial y administrativo antes de lanzarse a esta aventura, la explicación de un mundo desde el punto de vista coral.
La creación de Simon nos lleva a una serie de policías y "ladrones", pero desde una perspectiva nueva. Las fronteras acaban siendo difusas y uno no sabe exactamente quién es peor que quién. Muchos miembros de los diferentes Departamentos y fiscalías son presentados como personas celosas de ascender, tratando siempre de evitar lo políticamente incorrecto.
En los escalafones intermedios, un detective, Jimmy McNulty, que no es precisamente tampoco la persona más moral que uno esperaría encontrar, interpretado por un heterodoxo pero estupendo Dominic West, empieza a buscar medios más efectivos para desarticular los verdaderos resortes del tráfico de drogas en una de las peores zonas de la ciudad. Por desgracia, pronto comprenderá que sus jefes, jueces y políticos, no tienen intención de picar tan alto, siguen estando a la orden del día los arrestos de simples camellos e incluso algún palo a delincuentes de poca monta, pero los verdaderos hacedores del lucrativo y beneficioso negocio permanecen indemnes.
Como es lógico, McNulty irá haciendo aliados dentro del cuerpo, en ocasiones a costa de enemistarse con sus propios compañeros de brigada, poco deseosos de compartir el pástel. A destacar a Bunk, su compañero de fatigas y juegas en esta primera temporada. Wendell Pierce retrata a este policía ya muy veterano, de diálogos divertidos y que está tan fatigado de su rutina como de su matrimonio, disfrazándolo todo con su cinismo, elemento básico para sobrevivir, ya que el idealismo de McNulty no encaja con sus jefes, hartos de los quebraderos de cabeza que da el histriónico detective sin respetar las normas burocráticas (orden rotrario resolviendo los casos, respeto de la cadena de mando, etc).
Hasta aquí, con sargentos duros muy bien interpretados y tenientes celosos de trepar en la escala de mando y jueces asustados de que les encasqueten casos muy complicados o polémicos que les puedan enemistar con gente a la que visitan en banquetes y comuniones, "The Wire" sería una serie estupenda de género, sin más pretensiones. Pero, gracias las investigaciones de Simon y a contar en su equipo de guionistas con antiguos policías y gentes de Baltimore, puede contar la historia secante, el otro lado, el punto de vista de los tipos en tierra de nadie como Bubbles (Andre Royo), de los camellos, de la élite que sí saca renta al negocio, de los pobres diablos que tienen que mantener a seis hijos a costa de vender esa mierda por la calle...

La realidad de las Torres donde se vende ese mercado llevará a McNulty y sus camaradas a lograr a regañadientes establecer una escucha telefónica. Un alto objetivo que busca descabezar a Avon Barskdale (Wood Harris), un tipo sin antecedntes ni ficha policial, pero que está a la cabeza del negocio desde hace años, en un secreto a voces en Baltimore.
Comienza un juego del gato y del ratón donde no sabes muy bien cuál es el mensaje, todo es muy cotidiano, como ocurría en "Los Soprano", a veces parece que toda la trama transcurre lenta para que te estalle una bomba de relojería en el instante menos inesperado. Al igual que el personaje del detective Lester, Clarke Peters, quien bajo sus maquetas y aspecto de rata de biblioteca en oficina, esconde un agudo olfato e inicia prometedores cazas, no en las calles donde queman coches, sino en las listas de donativos electorales en las últimas campañas de la ciudad.
Por buscarle tres pies al gato, casi jugando a ser polémico, afirmar que aunque la serie es muy buena, no dejó de pensar que a veces nos mostramos acertadamente empáticos con los demás y escasamente en las series de cosecha propia. Imagino que el éxito mundial de The Wire no radica a que guste solamente a las personas criadas en Baltimore, es decir, aunque esté muy bien explicada, hay una paciencia en los espectadores, especialmente para coger el tempo narrativo en los primeros capítulos, que a veces dudo que tuviéramos por ejemplo en "La chica de ayer".
Mas, a pesar del carisma de McNulty and cía, la verdadera riqueza de este show se encuentra en secundarios de la calidad de Omar, una de las figuras más curiosas del género y con una personalidad arrolladora. Un elenco de secundarios que va desde el juez al testigo... Espero impaciente tener hueco para hincar el diente a esa segunda temporada...

sábado, 15 de enero de 2011

LÁPICES ROJOS

Fue otra época, días oscuros donde bien convenía perderse con los compañeros de trabajo en la taberna más próxima. Sin embargo, ni siquiera con ellos estaba bien visto sincerarse mucho, excepto con los más íntimos, viejas cicatrices estaban abiertas y había miedo, que engendra silencio.
Paco Roca nos traslada con sus viñetas a un frío año 1957, donde un grupo de valientes decide dar un paso adelante en el marco del tebeo español. Josep Escobar, Cifré, Peñarroya, Giner y Conti.
Con un estilo narrativo claro y un argumento que alterna el difícil híbrido entre la fiabilidad histórica y el infinito cariño que surge de la admiración, Paco Roca nos regala una editorial Bruguera renacida, tan familiar como oscura, tan hogareña como leonina a la hora de tratar los derechos artísticos de sus empleados.

Considerando dichos aspectos inadmisibles, este heterogéneo grupo con el talento como único denominador común, decide embarcarse a costa de sus propios y frágiles ahorros en la creación de Tío Vivo; por primera vez en la historia en el cómic peninsular, los artistas tenían un control total sobre lo qué querían decir, sin pasar por el lápiz rojo de Rafael González, uno de los verdaderos arquitectos del monopolio brugueriano, pero cuyas corecciones le supusieron muchas discusiones y sinsabores con los dibujantes.
Mientras algunos como Víctor Mora (creador de "El Capitán Trueno" y "El Jabato") siguen adelante con sus quehaceres a la par que se fijan en cierta bella señorita de la compañía, González y la familia Bruguera se dedican por todos los medios a boicotear por activa o por pasiva la iniciativa, no tanto por miedo a verse desbancados, como por no sentar precedentes.
Como efecto colateral que surge el perder a autores de personajes tan celebrados como "Carpanta", Bruguera ve la inyección de sangre joven como algo positivo. Un muchacho tímido, algo pesimista y muy talentoso, Francisco Ibáñez, con la ética de trabajo de una mula, se inserta en la compañía, junto con su buen amigo Raf, también llamado a escribir su nombre en la historia del tebeo español.


Testimonio gráfico de la vida cotidiana de unos dibujantes y guionistas encorsetados en una sociedad que vivía bajo la lupa de una censura enloquecida porque la pobre Sigrid no ajustaba bien sus escotes, la experiencia de Tío Vivo empezará a torcerse por varios factores, aunque siempre queda un residuo para la esperanza...
ATENCIÓN, EL SIGUIENTE APARTADO DESVELA TRAMAS DEL ARGUMENTO:
Sorprenderá a más de uno que Manuel Vázquez, indudablemente por aquel entonces el mayor talento en bruto de la editorial, traicionará de semejante manera a sus compañeros y, por encima de todo, amigos. Vázquez, carismático e irresistible, parece haber gozado de una Bula papal para exonerarse ante la opinión pública de verdaderas puñaladas traperas como aquélla.
La recreación de Paco Roca complemente y mejora la visión que otorgó el cine con "El gran Vázquez", en un todo más verdadero. Con todo, parece que nuevamente el trotaconventos que huía de sastres, parece que sale demasiado bien parado de sus canalladas y eso, bastante fastidiado andaba porque la estructura franquista no se sentía del todo cómoda con la sed de hombre que presentaba una de "Las Hermanas Gilda". Se echa de menos que, Roca no haga inter-actuar a Ibáñez y Vázquez, la sabias y paciente tortuga frente a la liebre irresponsable y a chispazos.
Aunque, tal vez, esto sea un acierto para la obra. Ibáñez por su producción sin precedentes y probablemente inigualable y Vazquez, debido a su personalidad y genialidades breves pero innegables, siempre tendrán un hueco en la memoria del aficionado, especialmente el creador de "Mortadelo y Filemón". En cambio, carreras tan alucinantes como Escobar han empezado a ser injustamente olvidadas por las nuevas generaciones que hemos ido llegando. Comprometido al máximo con unos ideales incompatibles con la dictadura, Escobar se nos presenta como un digno derrotado, un hombre de familia preocupado, un artista polifacético, un individuo que supo burlarse de las familias ejemplares que pregonaba la Falange con esa divertida a la par que triste mueca que eran "Zipi y Zape", siempre mandados al cuarto de los ladrones por ese don Pantuflo que no hubiera tenido ningún problema en explicar por qué la pérfida Albión envidiaba la nobleza incomprendida de los españoles.
Lo mismo puede decirse de los otros cuatro fundadores de esa causa perdida, pero que fueron los cimientos de un cómic hispano más actual. Mientras Bruguera se dedicó a hacer refritos de sus mejores lápices sin ninguna novedad, ellos miraban lo que se hacía fuera, muy especialmente en el marco franco-belga, soñando con que llegaría un día en que las cosas, serían muy distintas. No tanto, empero, porque el Barcelona no tuviera que esperar más de diez años para ganar una Liga (no se me ofendan los culés, que les escribe uno del gremio).
Pieza recomendable al máximo, aunque probablemente, orientada a los que quieran conocer días pasados de nuestras viñetas. Asimismo, quizás sea un tema tan específico que un importante sector del público no le resultará tan fascinante si no ha tenido un Pulgarcito entre las manos.


miércoles, 12 de enero de 2011

CONVERSACIONES CON BILLY

Casi como hija de la anterior entrada, hoy comentamos un libro muy vinculado a la figura del director de la película de la que hablamos la semana pasada, Billy Wilder. Magnífico regalo de Reyes, entre otros ajetreos, he podido disfrutar la última semana devorando "Conversaciones con Billy Wilder", un compendio de entrevistas realizadas por el también cineasta Cameron Crowe a uno de los genios de la comedia en el séptimo arte.
La entrevista siempre ha sido un arte esquivo, si se hace muy bien, el resultado es extraordinario, un collage de impresiones muy ricas que van arrojando rasgos de la personalidad del entrevistado. No obstante, el más pequeño error o falta de ritmo, se penaliza caro, la mala pregunta o la floja respuesta va ralentizando a las siguientes. Es un verdadero éxito que haya sido un colega el que abordase la tarea (nada fácil por otra parte, ya que era un Wilder muy cansado y un poco de vuelta de todo), ya que comprende a la perfección el oficio que el protagonista había desempeñado y hasta perdonó cierto desplante que le hiciera tiempo atrás ante una audiencia que le solicitasen él y Tom Cruise para que hiciera cierto cameo.

Cierto es que, como toda elección tiene sus inconvenientes, Crowe y Wilder se pierden en algunos pasajes en conversaciones de rabinos, por la inherente deformación profesional que sienten dos buenos artesanos cuando se siente ante alguien que habla su lengua. Se hacen cortas las preguntas de su origen europeo y su drama familiar (tal vez el propio Wilder evitase esos recuerdos) y primeros años, aunque la figura de su esposa gana peso en las últimas sesiones, ofreciendo una imagen familiar que no se aborda en otras biografías del artista.

Como bien rescataron los publicistas de Alianza Editorial, nosotros también recurrimos a la frase que el no menos reconocido Martin Scorsese acerca de este trabajo: "Un libro precioso e insustituible como las mejores películas de Wilder".
Al efecto estético del mismo, destacar un corpus fotográfico muy bueno, imágenes algunas veces inéditas y muy interesantes. Por supuesto, trapos sucios y polémicas, como sus fuertes discusiones con Bogart durante "Sabrina" (conocido era el antisemitismo del protagonista de "Casablanca"), aunque la enfermedad del segundo propició una reconciliación.
Asimismo hay matizaciones de otras viejos tópicos de este discípulo aventajado de Lubitsch, como sus célebres broncas con Marilyn Monroe. Aunque le mataba con su indisciplina y capacidad de equivocarse en las más sencillas tomas, no le niega un sentido innato para la comedia y una sorprendente resolución en los clímax de los filmes. Otros, como su adoración de la pareja Lemmon-Matthau, era un secreto a gritos.

El esfuerzo de Crowe transcribiendo y ganándose con pericia la confianza de una personalidad tan peculiar como Wilder, hombre de verbo rápido y capaz de dejar sentado al más pintado, es el secreto del éxito de esta publicación. Ha habido temas no siempre lo suficientemente profundizados, como su modo de trabajo con Diamond (su alter-ego en muchos guiones) y, por supuesto, las decepciones, ya que nada nos suele consolar más que el hecho de constatar que los genios también tuvieron sus sinsabores.
En la exitosa carrera del vienés, hay uno en especial, un tema que le tocó la fibra y le replanteó salir de ese retiro entre consentido e inducido, para volver a ponerse a gritar "¡Acción!". Fue "La lista de Schindler". Reconociendo caballerosamente el mérito de Spilberg, como el propio Crowe, no dejamos de pensar la forma en que él le afectó este fenómeno, qué clase de visión le hubiera dado este fenomenal individuo a un tema tan delicado.
Polémicas, junto con su catalogación de Bogart, resultarán sus apreciaciones de genios tales como Peter Sellers, aunque también muestra su lado más fan y menos distanciado de todo, con Charles Laughton, el tremendo actor británico a quien sin duda coloca en un pedestal y afirma que era una delicia para cualquier director poder contar con él.
Muy curioso, libro de anécdotas, "Conversaciones con Billy Wilder" es un muy agradable y entretenido paseo por la mente de uno de los tipos más singulares que brindó su talento de El Viejo Continente a Hollywood. Entre sus tesoros, destacar cierta fotografía firmada por Groucho: "Billy, aquí tienes una firma que no aporta nada a tu colección". Sus mandamientos del guionista, también son de recomendable lectura para todas las personas que, alguna vez, soñamos con coger una máquina de escribir y tratar de ponerle sonrisa a una realidad bastante dura de por sí.

viernes, 7 de enero de 2011

EN BANDEJA DE PLATA

Comienza un nuevo año con vientos de crisis y, más de uno, estaría dispuesto a cualquier cosa con tal se salir del atolladero con algún cero de más a la derecha... incluso a costa de estafar al seguro.
Simple y clara, es la premisa de un guión brillante, firmado en los 60 por el genial director vienés Billy Wilder y su compañero de fatigas L. Diamond, pieza vital de un engranaje cómico que volvió a contar con una pareja dorada, hoy te hago reír más que ayer pero menos que mañana, Jack Lemmon y Walter Matthau.
Un individuo bastante bonachón, Harry Hinckle, recibe un percance por parte de uno de los mejores jugadores de fútbol americano del momento, mientras grababa el partido. Lemmon encarna al pobre Harry, que pese al susto, parece que pronto se podrá recuperar.
Justo entonces entra en escena su cuñado Willie, interpretado por un Walter Matthau tan meritorio que recibió el Oscar de la Academia por su excelente recreación de un verdadero picapleitos sinvergúenza. Con diálogos de una agilidad tremenda y aprovechando una lesión de infancia de su cuñado, el letrado le engatuse para que prolongue un poco la agonía, llegando a alarmar a la gran compañía responsable del accidente, que piensa que con Willie al frente, podrían llegar a sacar una indemnización asombrosa.
No obstante, conforme va recobrando su salud normal, Harry se da cuenta de que esta farsa ha ido demasiado lejos, mostrándose especialmente afectado por el hecho de que el jugador afroamericano que lo lesionó accidentalmente (Ron Rich) se esté mostrando muy preocupado, solítico y hasta, distraido en su juego, afectando su complejo de culpa a su rendimiento en la Liga. Pero, hay un factor en la ecuación que puede hacer al más cuerdo de los hombres caer en el pragmatismo del abogado: una mujer, una ex, para ser exactos.
Judi West es el cebo utilizado por el personaje de Matthau. West logra una caracterización muy buena de una antigua esposa que había abandonado a Harry y ahora, como los buenos carroñeros, vuelve al redil cuando intuye que puede sacar mucha pasta de ese acercamiento. El triángulo está planteado y en formato de pequeños capítulos con atinadísimos títulos, hace que sus más de dos horas de duración, no den la sensación de alargarse. También ayuda que aparte de comedia, esta obra de Wilder tiene buenas dosis de tragedia.

Mucho menos profunda que esa maravillosa obra maestra que es "El apartamento", "En bandeja de plata" es una ácida y brillante muestra de una sociedad moralmente descompuesta, como muestra esta secuencia:
Willie: ¿Qué estabas viendo?
Harry: Un documental de Abraham Lincoln.
Willie: Ah, gran presidente...¡mal abogado!
El retrato no estaría completo y el director y su equipo no son descuidados, sin poner igual "de bien" a la competencia, a los agentes de la compañía que buscan por todos los medios demostrar que Harry es un fraude. Encabezados por un Cliff Osmond que parece un hombre de la Pinkerton, son gente bastante oscura y gris, no pocas veces cuadriculados de mente y absolutamente desconfiados del género, empezando por ellos mismos.
Con un final sorprendente pero que no decepcione, una buena forma de estrenar el vídeo, DVD o Blue, con ironía, mucho humor y ciertos atisbos de tristeza por un mundo que nunca fue inocente.