domingo, 27 de marzo de 2011

I´M A POOR LONESOME COWBOY



Maurice de Bévère no es un nombre que haya pasado a la Historia. Sin embargo, su apodo, Morris, es universalmente reconocido entre aquellos que aman el noveno arte de las viñetas. Uno de los mejores dibujantes belgas de siempre, y, entre otras paternidades a tener en cuenta, el creador de Lucky Luke, el vaquero que disparaba más rápido que su propia sombra.




Gracias a sus viajes por Estados Unidos, con su peculiar pero excelente estilo, Morris supo captar la esencia del género del western. Conforme pasaron los años, su estilo fue refinándose, redundado en una calidad muy pocas veces alcanzada en el género. Pronto, figuras como Jolly Jumper o su eterno cigarrillo (que la absurda censura ha terminado quitando) se hicieron reconocibles entre los lectores del Almanaque de Spirou.





No obstante, la serie no explota su verdadero potencial y popularidad hasta que Morris comete una de las mejores decisiones de su vida en el sentido profesional, asociándose con René Goscinny, sin lugar a dudas uno de los diez mejores guionistas en la historia del medio (qué posición ocupa sería discutible dentro de ese podio, pero sirva de exponente que para un servidor estaría como mínimo, en medalla).




De cualquier manera, incluso tras el fallecimiento del gran Goscinny, Lucky Luke siguió su andadura, con el propio Morris atento a las muchas y populares adaptaciones que su personaje lograba en cine, animación y video-juegos. Desgraciadamente, el genial creador falleca también en 2001.



Y siguiendo este legado encontramos a Tonino Benacquista y Daniel Pennac como guionistas del héroe del lejano Oeste, teniendo en los lápices de Achdé. Por cierto que hay que decir chapeau ante este artista, se ha metido en la piel del Morris más clásico con gran calidad. Eso sí, en la bonita dedicatoria que le hacen al inicio, creo que pecan de subestimar la valiosa aportación de otros colaboradores del genial belga, en especial Gosinny, pero también otros guionistas menos afamados pero que se tomaron muy profesionalmente su función y mantuvieron a flote a la saga. Si bien todo elogio a Morris me parece merecido, no es incompatible mencionar al resto.


La ambientación sucede en unos Estados Unidos emergentes, la terrible Guerra de la Secesión ha terminado, Abraham Lincoln es presidente y uno de sus mejores colaboradores en sistemas de inteligencia durante la guerra norte-sur, Allan Pinkerton, oganiza una agencia de detectives destinada a hacer mucho ruido.




Esta efictividad y sistemas de datos tan organizados, parecen marcar el final de aventureros como el propio Luke. ¿Qué mérito tiene ya seguir a los Dalton comparado con unos ojos que todo lo vigilan? En uno de los grandes aciertos del guión de este cómic premiado en el último concurso parisino del noveno arte, el propio protagonista siente la punzada de los celos, desarrollando una emoción tan humana a la que el beatífico aventurero no nos tenía acostumbrados.




Con buen ritmo aunque quizás de más a menos, la trama sigue adelante, cuando Pinkerton y Luke llevan una rivalidad metodológica a la hora de capturar forajidos hasta la frontera personal, mientras en Baltimore empiezan a sucederse rumores acerca de un futuro atentado contra el presidente. Discípulo aventajado del legendario Albert Uderzo, Achdé da una imagen remasterizada pero fideligna de clásicos villanos de la saga, como Billy El Niño o los ya citados Dalton. No cabe duda que la señora Morris ha depositado el legado familiar en buenas manos.
SPOILER:
No obstante, a pesar de las virtudes citadas, la obra no deja de pecar de falta de ambición. El curioso enfrentamiento moral entre Luke y Pinkerton se traduce en un final simple donde el bueno derrota al mano. Apenas queda ese brillante diálogo entre Jolly y su jinete, declarando que costaba pensar que antaño ese hombre de origen escocés luchó por causas como la abolición de la esclavitud corromperse por el poder.



Ha faltado ese último y osado paso que hace que una buena recreación pase a ser algo más. Pero la letra de momento es buena y, aunque este pobre individuo lejos de su hogar sigue alejándose bajo el Sol poniente, los seguidores de este medio nos congratulamos de que su última aventura aún esté por llegar y que, mucho tiempo después, cuando llegue, le pillará como a los viejos rockeros con las botas puestas.

domingo, 20 de marzo de 2011

¿QUÉ OCURRE CUANDO UN OBJETO INAMOVIBLE CHOCA CON UN MISIL IMPARABLE?


O lo que sería lo mismo, ¿qué hubiera pasada si la urbe ingobernable hubiera caído en las redes de Alejandro Magno, monarca macedonia, líder de la alianza griega y elevado a la altura de deidad por sus súbditos persas?
Javier Negrete nos lanza un reto apasionante que se traduce en una novela trepidante de leer. Un What if...? donde la misteriosa aparición de un médico llamado Néstor y cuyo única intuición proviene de una visión en Delfos, salva al hijo de Filipo y Olimpia de un envenenamiento seguro en Babilonia.
Retratado por los cronistas (principalmente el sobrino del afamado Aristóteles, Calístenes) como un hombre enloquecido por su ascenso al poder, capaz de asesinar a antiguos camaradas de armas, Alejandro sigue mostrando como expresaba Gisbert Haefs que es el señor de las diez mil almas, con una complejidad fascinante y un reto para los historiadores e interesados en su figura en general, verdadera legión de detractores y admiradores que le siguen nanteniendo presente pese a que hace tanto que sus restos partieran a Alejandría en una habilísima maniobra de su antiguo amigo y general Ptolomeo.
El hecho de que pensaba lanzar una ofensiva sobre Roma es bien conocido. Su tío y aliado, Alejandro de Epiro, había muerto combatiéndoles. Ahora, su sobrino pensaba resarcirlo y de paso expandir el poder del mundo heleno a la península Itálica, frenando a una emergente potencia que empezaba a aplastar con sus sandalias a pueblos tan duros y curtidos en la guerra como los samnitas o los sabinos. Durante la propuesta de Negrete, su Alejandro tendrá oportunidad de marchar, aunque desde una desafortunada escaramuza inicial, incluso generales tan afamados como Cratero o Pérdicas empiezan a dudar si los viejos sistemas de su amigo y señor, podrán funcionar ante esas máquinas de triturar carne que son las legiones.
Ocansionalmente, se producen graves errores de apreciación al comparar entre épocas. Decir que Aníbal hubiera sido barrido por Napoleón debido a su superior conocimiento de artillería es una injusticia mayúscula. ¿Acaso si el hijo de Amílcar hubiera podido acceder a esa arma y adaptarse a los mecanismos de la otra época sin perder un ápice de su genio? Como bien narra Negrete, Alejandro es más que capaz de adaptarse al nuevo modelo de lucha y a pesar de su heterodoxia e inquietud de algunos de sus colaboradores de confianza, Éumenes de Cardia, no sería la primera vez que él cree ver algo que para los demás simplemente sería invisible.
Muchas son las teclas que maneja este curioso cuadro. El fallecimiento de Hefestión, los problemas de adaptar Oriente a sus inspiradísimos pero poco tolerantes generales de confianza y mil problemas más, son acompañados de personajes ficticios, pues a fin de cuentas, estamos ante una pieza literaria. Los misteriosos símbolos qe se van sucediendo en los cielos solamente parecen ser bien comprendidos por Néstor y un extraño soldado, apocado pero brillante, llamado Euctemón, alistado en las filas invasoras por cuenta de su apuesto hermano Demetrio. Las subtramas se suceden, aunque en ocasiones, uno echaría en falta un papel más relevante de gente como Nearco o Antípatro.
Con ambiente de drama griego donde cada uno tiene su papel asignado por los hilos del destino, una batalla apocalíptica (falanges macedonias versus legiones romanas) que bien podría haber truncado totalmente el futuro devenir de Roma. Un gran acierto de Negrete es presentar a un Cayo Julio César (por supuesto, no el futuro dictador de Roma), sino un antepasado del mismo, pero con varias cualidades de su futuro descendiente.
La amenidad preside varios centenares de páginas, probablemente por la fascinación que siempre surge alrededor de este personaje, ¿de qué otra manera podía ser alguien que había sabido sobrevivir en el marco de dos personajes tan formidables como Filipo u Olimpia? Visionario, capaz de superar los prejuicios de su propia formación, genio en el campo de batalla y la política; pero también, con sombras a sus espaldas como los asesinatos de Parmenio (brazo derecho de su padre y el suyo propio- o Clito El Negro.
Da la sensación de que Negrete tiene una buena erudición (hay afortunadas citas a figuras como Memnón de Rodas o Barsine), pero que no ha tomado su relato muy en serio, en el sentido de que da preponderancia a los actores del drama que no fueron históricos. Muy divertida y probablemente con proyección es la forma de presentar a algunos de los hijos y sobrinos de Alejandro.
Como decía Umberto Eco, suspirando por una secuela que nos haga regresar, mientras tanto, los Libros de la Sibila de Cumas dicen que indudablemente si Alejandro hubiera chocado con Roma, el resultado solamente hubiera podido ser...

domingo, 6 de marzo de 2011

DANZA EN LA OSCURIDAD

Cuidado con vender la piel del oso antes de cazarlo. Cuando una película es presentada con tanto galardón y premio de por medio, los sentidos agudizan y hasta el más indulgente de los espectadores empieza a convertirse en una máquina de ver errores nimios que a otros películas menos ponderadas perdonaría.
"Cisne negro" cumplía esos requisitos, pero habrá que quitarse el sombrero, Darren Aronofsky lo ha conseguido con los que no somos doctos en la materia. Nuestra incultura en danza no nos condiciona para disfrutar la pieza y hasta nos remueve a saber más. Hay cierto aroma a "Amadeus" en esta cinta, ese guión de John McLaughin y Mark Heyman habla de cosas muy universales, la autoexigencia, nuestro afán de autodestrucción, la presión que nos rodea... Temas universales que pueden parecer manidos hasta que alguien le da media vuelta.
Rompemos también una lanza en Flandes e favor de Natalie Portman. Hasta la fecha, la mejor interpretación de su carrera, pero no por estar en un drama o en una obra de corte serio. Estamos ante un papel que exige agallas, donde hay que mojarse y no dejar indiferente, donde lo políticamente correcto es un arma a evitar. Decía el poeta que no hay que desesperar, porque vale más deseo sin posesión que posesión sin deseo. "Cisne negro" nos trae eso, con toda la finura de este arte, pero también retorcido en un horrible monstruo cuando caen las luces del escenario.
Satisfacción también por ese metraje, 103 minutos, todo un mérito y capacidad de síntesis. No hay subtramas tontas, ningún momento de relleno, "Cisne negro" exige atención y a cambio no te traiciona, agarrándote durante 45 minutos finales dignos de verse, sin ningún lugar a dudas, Portman coge las riendas y se la carga sobre sus hombros.


Vincent Cassel y Mila Kunis acompañan a la estrella de la función con eficiencia. Habrá que ver cómo resiste a futuros revisionados y a que ese fatal desenlace deje de ser sorprendente, para ver si esta magnífica opera prima coge la altura de los clásicos.

Recomendable en todos los aspectos, bellas, oscuras y ensangrentadas están las alas de este ave.

martes, 1 de marzo de 2011

UN BRINDIS EN BOSTON

Alguien tiene que dar el primer paso. Después, el sendero se recorre con mayor o menor habilidad por los demás que también eligen ese camino. Sin embargo, en ocasiones parece que borremos a los pioneros de la memoria, negando su originalidad.
Con el tiempo, parece que nos hemos olvidado del nado a contracorriente que tuvieron que realizar en la NBC para seguir manteniendo a flote una serie que en su primera temporada (1982), cosechó bajísimos niveles de audiencia. 11 años después, su retirada voluntaria fue el evento televisivo más visto de 1993 en su género y algunos de sus actores tenían unos sueldos elevadísimos por un simple capítulo.
"Where Everybody knows your name" entró por la puerta trasera, pero, fue adaptándose hasta lograr un reconocimiento de crítica y público a partes iguales. Varias eran las claves que convirtieron a los parroquianos de un bar regentado por el jugador de beisbol retirado Sam Malone (Ted Danson), en algo más que una comedieta.

En primer lugar, hablar de un equipo de guionistas de primer orden, que incluía luminarias como Sam Simon, que luego harían tan fructíferas carreras. Con el bendecido formato de 25 minutos, Cheers se comportaba con agilidad, pudiendo sus episodios tomarse como rosquillas, rápidos y directos, livianos pero no banales.
Los primeros episodios oscilaron entre la relación de amor odio del mujeriego Sam con Diane (Shelley Long), una joven y pretenciosa abandonadora de carreras que por una ruptura amorosa termina trabajando de camarera en Cheers.
Junto con la pareja protagonista, sobresalen los más acólitos del bar, como la arisca pero carismática Carla (Rhea Perlman), el sabelotodo y peculiar cartero Cliff (John Ratzenberger, que recibió justa despedida en "Cheerful good byes" en Frasier, años después, inolvidable), el contable Norm (George Wendt), el más fiel de los cerveceros y, por supuesto, el carismático antiguo entrenador de Sam, un despistado Nicholas Colasanto, encarnando al señor Mancuso. Colasanto falleció en la tercera temporada, tras darle una digna despedida al personaje, se le sustituyó en función de entrañable y benevolente ingenuo de buen corazón, con un joven camarero de Indiana llamado Woody. El cambio no fue brusco ya que los guionistas supieron establecer una conexión entre él y el antiguo técnico de los Red Sox. Woody sería nada menos que Woody Harrelson, quien luego tendría una fructífera carrera en Hollywood.
Al igual que haría en el futuro "Siete Vidas", durante más de diez años de andadura, Cheers se las ingenió para renovarse o morir. Especialmente atinada fue la incorporacion de un rival para Sam (eterno don Juan de la serie) por los favores de Diane, nada menos que Kelsey Grammer, cuyo personaje de Frasier gustó tanto que llegó a protagonizar un spin off de muchísima calidad. Tanto, que hay algunos que piensan que supera a su afamada predecesora. El inteligente, afilado, esnob y en ocasiones amorosamente inepto psiquiatra tuvo su bautismo de fuego en la ciudad bostoniana. En cuanto a cuál es mejor, al igual que con Filipo y Alejandro, no hay mejor elogio para un gran legado que el que permite que tu sucesor te mejore. Decir que a Seattle viajaron los mejores guionistas de Cheers es como decir que se escoge a lo mejor de la generación del 27, la creme de la creme.

Jugando en todo momento con la calidad de sus secundarios, las tramas se multiplicaban. El gusto por la broma y explotar todos los tópicos de la sitcom, hayan su inicio aquí. Aunque algunas de ellas puedan parecer hoy trillada, no hay que olvidar que aquí empezaron.
Destacar aportaciones como las de la futura esposa de Frasier, la doctora Lilith Sternin (Bebe Neuwirth), Rebecca (representada por Kirstie Alley, que sustituyó a la popular Diana tras abandonar la serie, en otra buena despedida) o incluso cameos como el de John Mahoney.

Asimismo, creo varios automatismos que luego han sido recreado mil veces. La mujer de Norm (y sus latiguillos para pedir una cerveza) a la que nunca vemos pero escuchamos por teléfono, la madre de Cliff y sus curiosas explicaciones de la vida en general, la aparición de personajes famosos de la década (por ejemplo el mítico ala-pívot de los Boston Celtics, Kevin McHale) y un reparto en estado de gracia permanente...
Con el aroma del puro de la victoria de Red Auerbach, Cheers sigue haciendo a día de hoy uno de los clinic más rápidos de cómo hacer una comedia situación, con diálogos de molde y creando puertas para futuras sucesoras. Creemos no exagerar afirmando que el bar de Malone es a las comedias situación lo que supusieron Los Simpson para las de animación.