domingo, 29 de mayo de 2011

BIZANCIO CONTRA ROMA




Desde su creación a manos de los inefables Stan Lee y Jack Kirby, "Los Vengadores" han sido uno de los buques insignias de la editorial de cómics Marvel. Su origen está claro, Lee estaba buscando contrarrestar el éxito de la Liga de la Justicia de su archi-rival, DC. Durante una partida de golf, comenzaba un ejercicio destinado a sacar dinero, aprovechando el atractivo que tendría para los jóvenes lectores/as tener a Thor, Iron Man o Hulk en las mismas 20 páginas.




Con muchas décadas transcurridas desde esa Edad de Plata del género, la colección había pasado por muchas andaduras. Guionistas y dibujantes de heterogénea calidad y continuidad habían pasado por sus páginas, alternando momentos inspirados con otros de interés muy bajo. Como fuere, en el 2004, la serie estaba en las experimentadas manos de Kurt Busiek, gran guionista que además contaba con los lápices del legendario George Pérez.



Muy convencidos de que Busiek era la persona idónea para devolver a "Los Vengadores" a su grandeza, con aventuras trepidantes pero no exentas de calidad, se le propusó una mini-serie con esos mismos personajes que tan bien conocida. Como Pérez estaba ya con una edad y su increíble talento debía focalizarse en las sagas actuales, los editores le comunicaron que Carlos Pacheco, dibujante español, había dado muestras de estar interesado en participar en algún proyecto sobre el súper-grupo. Busiek no lo dudó, como tampoco puso objecciones a que Jesús Merino le entintase. Merino era también castellano y tiene una sensibilidad muy especial con los dibujos de Pacheco.




Busiek quería tirar la casa por la ventana y propusó una trama de líneas temporales, alternando Vengadores de una y otra época. Los dos villanos serían Kang El Conquistador e Immortus. El primero era un ser del futuro que con su tecnología y conocimientos se había convertido en una especie de Alejandro Magno con la ventaja de poder trasladarse de un dominio de Cronos a otro. El segundo, era un yo aún más futuro de Kang, que, cansado de conquistas y derramar sangre, se había convertido en un erudito reflexivo que vigilaba las bifurcasiones temporales para evitar la creación del caos. Como vemos, hasta aquí, algo muy sencillo.




Lo que Busiek pensó con acierto es que Kang era el Doctor Doom de la serie y que era una pena que al final, los lectores supieran que se iba a convertir en el bizantino Immortus. ¿Y si él se rebelase contra aquel destino? Esto llevaría a una guerra no ya fraticida, sino casi suicida, entre los dos hombres, con el grupo y Rick Jones entre medias (sí, ese joven que ha estado involucrado en el 120% de las aventuras espaciales del Universo Marvel).


El cómic es una freakada, pero desde luego una freakada deliciosa. El dibujo es genial de principio a fin y además, da la sensación de que Pacheco homenajea a dibujantes del pasado en algunos de los flasbacks, así vemos cositas de Jack Kirby, de Don Heck, de Neal Adams... Roger Stern, el veterano y legendario guionista, fue el asesor del equipo, ya que su tremendo conocimiento de los cómics del pasado le permitió supervisar los diálogos para adecuarlos a la esencia de los personajes. Busiek siempre se ha mostrado muy agradecido a Stern por ello y creo que es el primer cómic de aventuras que he visto en mi vida con notas a pie de página, con la notable excepción de "From Hell", que recordemos, no es de aventuras, sino un cómic más serio y que maneja hipótesis históricas en un registro mucho más serio.





No solamente hay que tener presentes decenas de aventuras previas de Los Vengadores, sino que incluso hay guiños históricos, como usar a un Capitán América muy desmotivado por haber sido sacado de los días del escándalo Watergate. O trasladar la paranoia anti-comunista de la caza de brujas a la persecución de los Skull durante la Carrera Espacial, con varios juegos que muestran un poquito de cómo ha sigo la generación estadounidense a través de las viñetas.



Asimismo hay un curioso juego de presentar la evolución de los personajes femeninos. Una Janet Van Dyne que empezó de la mano de Stan Lee siendo la damisela en apuros y que terminó siendo líder del equipo de aventureros en varias ocasiones. Esto se refleja muy bien en las vestimentas suyas y de Géminis durante su estancia en los años 50, puro homenaje a los Clark Kent y la Lois Lane más clásicos.




La labor de recreación de los puntos más oscuros de las antiguas historias es muy meritoria. Immortus es presentado como un Ulises que piensa que es mucho mejor engañar que atacar, pues aquél que ha sido convencido con ardides, no tiene necesidad de vengarse. Ese carácter maquiavélico le lleva a Busiek a aprovecharlo para explicar algunos de los cómics más incongruentes del pasado del grupo de héroes. Con precisión de cirujano, algunos de los tebeos más flojos de la saga alcanzan una re-lectura, en un gran juego que acaba con toda la épica que podríamos esperar.




Batallas que tienen el sello romano de Kang, muy espectaculares y para el lujo de Pacheco y Merino, a campo abierto y con una nobleza brutal. El único inconveniente de esta macro-saga es que está orientada solamente al público que guste de este grupo de aventureros, preferentemente si se han criado con ellos y han consumido la Biblioteca Marvel de los mismos...



Si es así, la disfrutarán enormemente, si no... No me atrevería a recomendarla con el 100% de seguridad. Eso sí, a los que conozcan la colección, se van a meter en una divertida montaña rusa.



domingo, 22 de mayo de 2011

LOS EXCESOS DE UN GENIO




No parece probable la unanimidad. Hoy en día, el modo de saber si alguien es popular o no, es comprobar que su legión de enemigos es tan grande como la de sus admiradores. Por este parámetro, Quentin Tarantino debe ser reconocido como genio del arte cinematográfico sin duda.




Juan M. Corral conseguía que la editorial Dolmen le financiase su ambicioso proyecto de realizar la primera biografía en castellano sólida de dicho director. Un niño precoz de madre adolescente que se crió básicamente alrededor de una televisión y después, aprovechando su empleo en un videoclub para analizar por qué algunos lo hacían bien y por qué otros mal en sus cintas.



Después, a partir de Reservoir Dogs, una montaña rusa donde la cantidad está reñida con la calidad. Pocos autores han tardado tan escaso tiempo en consagrarse, en provocar que sus estrenos sean un evento social donde no cabe la posibilidad de un fracaso en taquilla. El libro plantea un buen contexto del personaje, aunque en el futuro necesitará una actualización, ya que su primera edición es del 2005 y hay varios obras (especialmente, Malditos Bastardos) que merecerían ser incorporadas en su análisis. También se abordan sus colaboraciones con individuos tan peculiares como Robert Rodríguez, un cineasta de ideas muy interesantes, no siempre bien llevadas a las prácticas, pero que tiene la desgracia de convivir con un clon suyo mejorado y que sabe narrar mejor las historias.




El ritmo del libro es ameno y sus capítulos están perfectamente estructurados, especialmente agudas sus reflexiones sobre las fuentes de las que ha bebido el creador de Pulp Fiction (que en ocasiones rayarían en la brumosa frontera con el plagio). Como fuere, también hay un cierto tono relajado en la personalista redacción que puede ir en menoscabo del rigor que nos merezcan algunas de sus consideraciones. Especialmente las pequeñas fichas que hace de algunos de los actores y actrices que han trabajado en sus filmes, reducir trayectorias tan brillantes como las de Robert de Niro, Steve Buscemi y cía, a varios chismes y consideraciones excesivamente "hards", no parece de recibo, así como algún comentario subido de tono.




Uno verdaderamente duda de que en este caso el autor de la biografía esté, como en ocasiones sucede, "enamorado" de la figura sobre la que trabaja, o por lo menos eso se desprende de su forma de despotricar sobre algunas de las supuestas virtudes del artista. Si bien hay momentos donde mete el dedo en la llaga con coherencia (especialmente haciendo un equitativo reparto en el guión de Pulp Fiction, probablemente la obra que le catapultó), en otras ocasiones parece que él está tan dispuesto a ser el enfant terrible de Tarantino como su protagonista lo ha sido con la manera de concebir el cine.




Se lee con agrado y verdaderamente, hay un fuerte conocimiento de causa a la hora de describir con inteligencia los movimientos de cámara y otra terminología técnica, pero uno tiene la sensación de que no se ha logrado la suficiente armonía entre objetividad y subjetividad, quedando algunas páginas viscerales hasta el extremo donde valoraciones muy personales se mezclan con las profesionales. No en vano durante la promoción de su trabajo, el propio Corral admitió que se sentía más atraído por los aspectos extra-cinematográficos que por su labor como director.





La opinión que cada uno tenga de Quentin Tarantino y su talento, o no, a la hora de llevar historias a la pantalla, no variaría mucho de su lectura, pero tal vez descubra varios aspectos que le sorprendan. Como que su irregular formación le lleva a ser un ávido lector, pero que redactando puede cometer algunos errores impropios de un guionista de su nivel, por adolecer de algunas enseñanzas muy básicas de su frustrada etapa como estudiante. De la misma forma, vemos como en ocasiones, aunque pueda haber fantasma de exceso de amor por ideas ajenas, Tarantino tiene un don muy especial para coger ideas que podrían parecer muy malas o espantosamente llevadas a la práctica, tornándolas en espectaculares. Asimismo, él tampoco parece haber tenido ningún problema en admitir de dónde se ha sacado algunas de sus ocurrencia y ama verdaderamente muchas de estas obras de serie Z que veía.




Quentin Tarantino es la clase de persona que si puede ver "Ciudadano Kane" o "Balada triste de trompeta", se meterá primero en la segunda, pero pedirá una copia de la primera para disfrutarla en casa. Un niño díscolo, un malcriado de la vida, un tipo con verdadero talento, heterodoxo, hipócrita, genial... Pero, alguien que respira cine por los cuatro costados. Amante de que los pistoleros hablen de sus cosas antes de ir a cargarse a alguien, un pervertido de los planos de los pies de sus musas (su relación de amor-odio con Uma Thurman, indudablemente su actriz predilecta), alguien con chispa, el creador de "Malditos Bastardos" y asimismo de "Death Proof", o le amas o lo odias...



Y, la verdad, siendo sinceros, qué placer tan grande es que te paguen por un trabajo por el que tú verdaderamente darías dinero por hacer.

domingo, 15 de mayo de 2011

EL HIJO DE FILIPO Y OLIMPIA


"La gente ya dice que Filipo fue un gran general...pero Alejandro es simplemente grande". La frase es pronunciada con acento marcadamente irlandés por Val Kilmer en la película de Oliver Stone "Alejandro Magno", en una de sus secuencias más interesantes enfre el fiero monarca Filipo II y el más destacado de sus hijos, el príncipe Alejandro, futuro conquistador de Asia y a lo largo de los siglos, reconocido por el mundo como uno de los más colosales conquistadores de la Historia.




No obstante, hay muchos problemas a la hora de abordar esta pasional biografía, no es que desentone para nada un elegante Anthony Hopkins como un envejecido Ptolomeo (amigo de infancia, general y después el más destacado sucesor de El Magno en Egipto), que repasa sus días cabalgando con el hombre que ya en aquella época, era saludado como algo muy cercano a un dios por sus camaradas.




Con todo, también ya en quellos tiempos existía otra corriente, especialmente en el mundo heleno, que lo señalaba como un tirano despótico que con su maquinaria militar había pisoteado los reinos enjoyados de la tierra como un personaje de R.E.Howard. Todas y ninguna de esas personas eran el verdadero Alejandro, encarnado en esta cinta por Colin Farrell, de quien hablaremos más adelante. El primer error que puede tener la obra de Stone, director muy polémico pero motivos extra-cinematográficos, pero de gran calidad, puede ser que Alejandro, pese al notable inconveniente de haber muerto en la flor de la vida, podría llenar sin problemas una saga de 3 pelis a tres horas y media la misma (y no exagera).




La obra empieza francamente bien, explotando con mano maestra la turbulenta infancia del futuro rey. De la mano de una madre terriblemente afectuosa pero dañina (Angelina Jolie), Alejandro vive dividido en sus afectos, pues ella, Olimpia, odia profundamente a su esposo Filipo II (un gran Val Kilmer, uno de los mejores papeles de su carrera).




Olimpia era una mujer formidable, demasiado para sus propios intereses, los mitos de que descendía de la estirpe creada por el heroico Aquiles y su cautiva troyana Andrómaca, esposa del gran Héctor, domador de caballos, eran para ella totalmente reales, una superioridad casi divina que trasladó a su hijo, que terminaría siendo saludado como hijo de Zeus por el oráculo egipcio de Siwah.



Filipo, por el contrario, era un ser absolutamente terrenal. Lo cual no quitaba que haya sido uno de los discípulos más aventajados del gran tebano Epanimondas, un general soberbio, un soldado valeroso hasta el punto de perder un ojo en batalla y alguien que comprende que un soberano debe de ser capaz de herir a quienes más ama. La escena de un Filipo envejecido por su cargo, llevando a su hijo a esa cueva atemporal donde se refleja lo efímero de la gloria y castigos terribles como los de Prometeo y Edipo, muestran una calidad que desafortunadamente no se mantienen a lo largo de toda la narración, con muchas irregularidades.



Es probable que de haber tenido más tiempo o haberlo planteado como la ya citada trilogía, hubiéramos podido estar más en ese crual momento de la vida del discípulo de Aristóteles. Sorprende la calidad y renombre de algunos secundarios, todo un Briand Blessed para hacer de uno de los entrenadores de la lucha de los jóvenes nobles macedonios, donde ya intuimos que Alejandro empieza a sentir una fuerte atracción por su íntimo amigo Hefestión. Esta manera de mostrar ese idilio por parte de Stone le aleja de la tradición Hollywoodiense que estima impensable que un protagonista pueda ser homosexual, pregunten en "Troya" sobre la opción de haber mostrado a un Brad Pitt un poco más femenino, lo que hubiera provocado un shock nervioso de las quinceañeras de todo el globo.




Con un segundo acto muy intenso, donde se debe reconocer que los armamentos y vestuarios de la época son más que aceptables, vemos la faceta más militar del monarca que jamás perdió ninguna batalla campal donde participó. Bien es cierto que para ello contaba con el formidable ejército de su padre y con un Estado Mayor sin comparación en el mundo antiguo, que incluía a luminarias como Parmenio, Clito El Negro, Pérdicas, Antígono El Tuerto etc. Por motivos de espacio, podemos pensar que Stone y su equipo de asesores tuvieron que prescindir de aspectos tan vitales como la primera fase de la guerra contra Memnón de Rodas (probablemente el único comandante a las órdenes de las persas que mostró estar a la altura de su genial enemigo) o alterar algunos aspectos del triunvirato Gránico-Isos-Gaugamela (focalizado todo en la tercera).




Escenas como la entrada en Babilonia justifican la entrada sobradamente. Las mujeres que pasaron por la vida de Alejandro (salvando su visceral e insana con Olimpia), son resumidas en una sola, con una espectacular Rosario Dawson como Roxana. El gran problema de este tipo de proyectos épicos es que la realidad histórica suele tener muchísimos más personajes relevantes de los que ninguna obra de ficción querría permitirse o juzgaría necesarias para funcionar. Un curioso juego es que personajes como Filipo o Parmenio son interpretados por irlandeses, mientras que los griegos sofisticados son británicos. Asimismo, el arribista Átalo que mete en la cama de Filipo a su hija, es interpretado por el mismo y buen actor que hace lo mismo como Bolena en la serie de Los Tudor.




Farrell tiene algunos problemas que escapan a su control, especialmente en las escenas de primera madurez con Olimpia, ya que Angelina no da la sensación de ser más vieja que él. Esos detalles aparte, da una interpretación peculiar, original, alejada de los cánones, creo que verdaderamente hace un buen cometido, aunque sigue faltándome algo para creer que estoy ante ese gran personaje. Pero eso puede ser deformación profesional.




Stone parece poner su toque más personal en la faceta soñadora tipo JFK de Alejandro, explotando su manera de superar los prejuicios (que en aquellos días tenía gente del gran talento de Aristóteles) contra los supuestos bárbaros persas. Verdaderamente, Alejandro es planteado en la película como la persona más libre de un mundo en llamas.



En definitiva, una cinta muy, muy curiosa. Alterna pasajes poco inspirados con escenas de verdadera calidad de drama griego, interpretaciones con mayúsculas junto con personajes poco inspirados o con escasos minutos...



Este proyecto de Oliver Stone bien puede ser considerado un fracaso, pero en su época, este fracaso se alzó por encima de muchos éxitos de taquilla de aquella época ya olvidados.

domingo, 8 de mayo de 2011

THE WIRE: SEGUNDA TEMPORADA





Recientemente he podido acabar de ver la segunda temporada de "The Wire" (los interesados/as en la primera temporada pueden encontrar una reseña de la misma en este blog). Como era de esperar, este producto de la HBO sigue sin dejar indiferente, pese a que han pasado algunos años, la realidad de Baltimore sigue siendo un programa más que solvente, de mucha calidad.




A través del personaje de McNulty, degradado a servir como guardia costero tras la primera temporada por sus ariscos superiores, los guionistas de la premiada serie se sirven del hecho para seguir con su rompe-cabezas de mostrar en mosaico la realidad de una ciudad. Pero no, aunque uno no sea de Baltimore, o ni siquiera de Estados Unidos, los valores que muestran son universales.



En primer lugar hay que prevenir que, pese a las críticas que tanto la alaban, no estamos ante un producto televisivo de fácil consumo. Igual que ocurre con otra grande entre los grandes, Los Soprano, The Wire (Bajo Escucha) tiene un formato cinematográfico que hace que cada uno de los episodios sea una pequeña película de una hora. Además, el brusco arranque casi nos invita a pensar que la segunda temporada tiene muy poco que ver con la primera, más allá de los protagonistas, aunque afortunadamente no es así. Por ende, ver esta serie suele ser productivo a pequeñas dosis y cuando de verdad se encuentra una buena franja de tiempo libre para paladearla.





Un avispado amigo de olfato ya me dijo cuando me recomendaba ver esta serie que algún día cuando se intentase explicar algo de antropología en los Estados Unidos, ver algún momento de The Wire servirá como buena muestra del panorama.




Su capacidad de mostrar cosas muy realistas juega su favor. Se mete muy bien en el día a día de los camellos y los delincuentes de poca monta, presentándolos como personas de carne y hueso, en muchos casos más morales que otros de la serie. También lanza finos daros a los estamentos policiales, no precisamente a los que patrullan y se dejan en más de una ocasión los cuernos a riesgo de su propio cuello, sino con los tenientes, fiscales del distrito y otras hierbas que tienen un gran temor al período electoral y buscan evitar cosas polémicas que les cuesten abandonar sus nalgas de los sillas del poder.




El componente étnico de los muelles trae el añadido de los inmigrantes, griegos, polacos (3 polacos, seis opiniones) y la labor de los sindicatos, muchas veces alejada de su propósito inicial. La sinceridad brutal de los planteamientos es digna de alabanza, así como la fuerte documentación que hay detrás de cada insinuación, de cada queja... The Wire no es un panfleto, es una precisa radiografía sin colores blancos o negros, simplemente el gris es omnipresente, como la vida misma. Las actuaciones son de un nivel muy alto, tanto en principales como secundarios.


Los interesados en esta temática no deben dejar de leer el siguiente artículo "The Wire: todo lo contrario de una serie policial", en el blog de Hernán Casciari, que resume con mano maestra lo que es la esencia de espectáculo. Como escribió Umberto Eco sobre un gran cómic, suspirando ya por la tercera temporada que te haga retornar a ese micro-cosmos policial... Y por supuesto, aprovechar para contárselo, que fue siempre el bojetivo de este blog.

domingo, 1 de mayo de 2011

RELATOS DE ASGARD




Ahora que hemos descubierto que Thor (¡afortunado asgardiano, pues!) está casado con Elsa Pataky y aparece en Facebook, no estaría de más, volver la vista atrás a las raíces, en concreto a una mini-colección muy especial llamada "Tales of Asgard". En verdad, la andadura del hijo de Odín en las viñetas es una de las más singulares.




Corría la década de los 60 del siglo pasado cuando dos nombres propios, Stan Lee y Jack Kirby, revolucionaban el medio, creando lo que los estudiosos de la época, llamaron la Edad de Plata. Los 4 Fantásticos, Spiderman (éste con el genial Steve Ditko), La Patrulla X... Stan, un tipo singular y con una fértil imaginación, empezó a pensar que la creación de personajes se le daba bien y quiso ir un paso más lejos.




En concreto, hacer un cómic de dios... pero un dios como era concebido en la mitología. Si los anteriores tenían habilidades especiales provenientes de medios tan románticos como la energía del átomo, la Guerra Fría o arañas traviesas, éste vendría de tiempos más brumosos y ocultos, alterando todo a su paso, como diría Robert E. Howard, dispuesto a pisotear con sus sandalias los reinos dorados que se cruzaban a su paso. El elegido fue la deidad nórdica del trueno, Thor, aunque el concepto perdió mucha fuerza. Salvo el elemento del mazo de Uru, Thor no dejaba de ser un tipo preocupado por su identidad secreta y con excelsos poderes que lo alejaban del resto de los mortales, pero no más que cualquiera de los otros héroes de Marvel.





No obstante, tras unos complicados inicios en ventas, Lee se dio cuenta de que con un dibujante de la capacidad narrativa de Kirby y el fecundo abanico que daban las propias leyendas, era una pena no jugar más con aquel elemento de fantasía arcana. Conforme avanzarán los años, Thor se mediría tanto con villanos típicos de la época como con criaturas sacadas de la mismísima Asgard.




Del mismo modo, se percataron de que los lectores/as sabían muy poco más allá de una lectura superficial, de lo que había detrás del origen del protagonista de caballos dorados. Lee decidió colocar como suplemento de la revista relatos de cinco carillas donde darían su particular visión de cómo surgió todo... desde los helados dominios de Ymir hasta el fuego omnipresente de Surtur.



El resultado fue una pequeña joya, varias veces recopilada al castellano, en formato Biblioteca Marvel en blanco y negro y más recientemente a color. Figuras como Odín, cobraron una verdadera dimensión y así muchos otros elementos que crearon un universo interno muy rico. Kirby merece buena parte del crédito de aquella concepción homérica a la hora de crear a los personajes. El Reino Dorado, permanentemente amenazado por hechiceras, gigantes, conspiradores, trolls... Siempre victoriosa, hasta que el temido día del Ragnarok, la serpiente se enrrosque definitivamente sobre el Puente del Arco Iris guardado por Heimdall.






Ayudó en aquella labor Vince Colletta, entintador veterano de la compañía. Todo el mundo sabía que los mejores días de Colletta en la industria habían pasado, pero una muy buena relación le unía a Stan Lee, quien además era consciente de que su antiguo camarada vivía apuros económicos, por lo que presionó mucho para que siguiera teniendo trabajo. Como Raimon Fonseca afirmó, parece que en aquellas cinco carillas mensuales, mucho más digeribles que los mastodónticos encargos de las otras colecciones de la editorial, el malogrado Colletta volcó de nuevo energías y resucitó su talento.





Hablando de resurrección, es imposible no tomar en consideración la fascinante recreación de Hela por parte de Kirby. La dueña del Valhalla es presentada sin tapujos como una fría y verdadera señora de la muerte, inexorable incluso con los más bravos a la hora de reclutar nuevas almas a su feudo. Invencible en su territorio como el propio Odín lo puede ser en Asgard, pero con una extraña ética y un sentido del humor muy particular, pero existente.





A nivel de diálogos, Stan Lee, que es indudablemente uno de los mejores creadores que ha conocido el medio y que además es probablemente una de esas personas que parecen haber sido forjadas en la más dura fragua de los enanos para endurecer su talento para la autopromoción, pareció darse cuenta de que su verbórrea (en ocasiones cursi, pero una verdadera revolución para una época donde los héroes míticos de DC parecían acartonados) debía tener un giro de 180 grados al hablar del sueño de Odín.




Así se ha dicho que en ocasiones, Thor emplea un lenguaje formal, atávico, un extraño híbrido entre la fluidez elegantísima de las obras de Shakespeare y la simpe cursilería. El efecto es muy curioso y muy similar al que el propio Bardo provocó para la antigua Roma. A buen seguro, los bardos nunca cantaron al señor de las tormentas hablando de dicha manera, pero encaja muy bien y ameniza la epicidad de muchos de sus pasajes.




Con corte muy digno de Alejandro Dumas, Thor recibió mosqueteros particulares para auxiliarle en sus adanzas. El espadachín Fandral, el voluminoso Volstagg (de asombroso parecido con Falstagg y El Miles Gloriousus), el torvo Hogún o Balder El Bravo se suceden por las páginas. Desgraciadamente, no sería con el tiempo hasta que los cómics se dieran cuenta del potencial de las deidades femeninas, no como mero elemento de rescate y seducción. Con la notable excepción de Hela, en Tales of Asgard se echan en falta más contrapartidas femeninas.




Sorprendidos de la buena acogida que en las cartas de los aficionados encontraban aquellos relatos, Lee y Kirby decidieron hacer cada vez más feluidos continuarás, creando varias sagas. Las fuentes no siempre eran especialmente vikingas, hay mucho de las Mil y una noches en los relatos, así como de La Odisea, pero en verdad, son muy entretenidas y especialmente para un público juvenil, son una verdadera delicia. Elemento que si está muy bien presentado es la figura de Loki, hermanastro de Thor y dios de la mentira y el engaño. En Tales of Asgard se mostró su nacimiento y, tiempo después, Roy Thomas, discípulo aventajado de Stan Lee, los manejó a ambos de una manera extraordinaria en su particular versión de la mítica guerra de Troya, incluyendo el más inesperado de los finales, poniendo de relieve las semejanzas del Loki de Stan Lee con el Ulises de Homero.




En definitiva, un personaje digno de ser empuñado por los autores... siempre que sean dignos y puros de corazón e ideas a la hora de narra las desventuras de dioses y hombres.