domingo, 27 de noviembre de 2011

AS EVIL AS I LIKE

Mario Vargas Llosa es un filón, un problema que todas las editoriales del mundo querrían tener. La reciente entrega del Premio Nobel en literatura a su persona ha provocado que en muchos países, todas sus novelas, desde la primeras a las últimas, sean editadas y re-editadas en diversos formatos.
No obstante, ¿quién era este escritor peruano antes de que aquella distinción lo haya devuelto a ese foco que en realidad nunca había abandonado? Lo cierto es que tras la noticia de su recompensa a toda una trayectoria hizo que leyera con atención algunas declaraciones, lógicamente, todas ellas muy favorables. Pero hubo una que perduró con mayor fuerza que el resto en la memoria, siempre selectiva y distraída.
"Mario escribe invariablemente tres horas al día, es su gran mérito". Lo dijo su editor y creo que es la clave del éxito, la poción mágica que separa la frontera del talento y la imaginación con la del verdadero monstruo de la escritura, la distinción entre los buenos y los muy buenos. En principio puede parecer poca cosa, un trabajo cómodo y placentero, pero si uno se para a pensarlo, se requiere una gran capacidad de ser el propio jefe de uno mismo, fijarse exactamente que es lo que se debe hacer y sentarse durante esos 180 minutos a crear mundos que en un principio solamente existen en la mente. Hay muchas persona con ideas brillantes y dones que se traducen en talento del puro, pero creo que en este caballero peruano, que lo posee hasta al extremo, la clave del éxito, lo supuestamente más fácil, pero más duro del mundo, hacerse atractivo a las musas no ante una noche bohemia, sino sentado y tecleando incansablemente para seguir queriendo ser cada día de su vida uno de los mejores autores de su tiempo.
En eterna amistad/disputa con Gabriel García Márquez, indudablemente ambos son los dos exponentes y primeras espadas de un boom de la novela en América Latina que encuentra en ellos la máxima expresión artística. Tradicionalmente y simplificando mucho un debate apasionante, se ha solido considerar que aunque "Gabo" ha tenido la obra maestra de ese movimiento con "Cien años de soledad" (reseñada en este blog de Amarcord), es en la figura del peruano donde se encuentra al autor más completo, que quizás no ha llegado a culminar esa novela 100% perfecta de la centuria, pero que siempre ofrece un nivel de notable altísimo en todos y cada uno de sus exámenes, sin bajar nunca el pistón.
Al juicio del consumidor se harán testimonios a favor de uno y otro, es la ventaja de disfrutar de dos genios en el mismo espacio temporal. Como fuere, en la materia que hoy nos ocupa, nos enfrentamos a uno de sus trabajos más recientes, "Travesuras de la niña mala".
Una historia que narra las desventuras de una pasión y un desamor, a lo largo del tiempo, desde las calles de Lima hasta la París más bohemia y fascinante que uno pueda recordar, bajo el salpicón de las revoluciones que asolaron el sur de un continente y unas promesas no del todo materializadas. En ocasiones se le ha acusado a Vargas Llosa de centrarse en ese mundo, en una realidad que conoce muy bien y que ha vivido desde su infancia. Eso es, bajo el modesto parecer de este blog, una pequeña injusticia, Berlanga hacía un cine de altura, pero orientado básicamente al universo interno de un país que conocía en sus debilidades y vergúenzas como la palma de su mano, mientras que Arthur Miller respiraba el american way of life, aunque fuera para censuarlo. ¿Por qué criticar que escriba casi siempre sus historias sobre el marco peruano? La diferencia es la calidad de su prosa, es lo que convierte sus historias en algo especial.
El protagonista masculino de la trama es Ricardo Somocurcio, un joven que vive con su tía en las calles limeñas, relativamente acomodado y cuyo sueño es poder llegar el día en que viva en la Ciudad de las Luces, desarrollando una carrera como diplomático. Una ambición honorable que con su trabajo e inteligencia logrará, llegando a ese limes peligroso donde todos los seres humanos en la madurez se ven tentados de echar el freno de mano, a decir que ya han sentado la cabeza y ya están colocados, en posición de formar una familia decente y ser respetables compradores de periódico los domingos tras comilona campestre con los parientes, balbuceando acerca de qué mal está todo y que los jóvenes andan con mucho relajo. Desgraciadamente para Ricardo y afortunadamente para los lectores/as, se cruzará en su camino la niña mala, una extraña y exóticamente atractiva muchacha, cuyos constantes cambios de identidad y oficios, solamente tienen el nexo común de Ricardo, perdidamente enamorado de ella desde la niñez.
Conocida ha sido siempre y manifestada por el propio autor, la gran debilidad de Vargas Llosa ante la figura de Madame Bovary, casi más que por la de su reverenciado Flaubert. La niña mala intenta ser una traslación de ese tipo de carácter femenino invadido por el deseo y el carpe diem, caprichosa, independiente y desvalida al mismo tiempo. Sea como sea, el conocimiento del literato peruano le ha permitido escribir incluso un prefacio interesantísimo sobre la mítica personalidad de madame Bovary, en un texto que es un ensayo a fin de cuenta que todos los seguidores de Flaubert querrán conocer, por lo que la clonación es inteligente y sin caer en una mera copia, bien adaptada a su tiempo y siglo.
Como fuere, es curioso que un autor tan experimentado caiga en un fallo impropio de alguien que suele manejar también egos y mentalidades en sus criaturas (Véase el balance medido de "La fiesta del chivo" sin ir más lejos), y es tomar partido. Desde el primer renglón al último, el novelista parece tan prendado por las travesuras de la niña mala como el pobre Ricardo, hasta el extremo que uno echa en falta ese yin y yan que el gran maestro Woody Allen sí supo hacer en esa joya que es Annie Hall, mostrar las dos caras de la moneda y sin ser juez y parte de buenos y malos.
Uno perdona los toques inverosíniles por la calidad del texto, el pasar de puntillas por la época por que lo importante son los personajes... De cualquier modo, creo que más de alguna persona se quedará menos prendado de lo que el Nobel piensa que quedará por la niña mala. O tal vez, citando a un buen amigo de este blog, Chespiro, el problema esté de base, con la gran madame Bovary. "Indudablemente es un gran persona, no obstante es curioso que algunos analistas la consideren una personalidad soñadora e idealista al estilo de don Quijote. La locura del segundo le lleva a un altruismo ingenuo pero noble, mientras que en el caso de madame Bovary, obedece... a lo que obedece". Creo que es una reflexión muy acertada, y no he podido resistir la tentación de citarla.
Aquellos que decidan sumergirse en estas páginas que van desde las balas de juguete de revolucionarios de salón hasta las selvas espesas donde se trata de aniquilar a la guerrilla, bajo sombras de Yakuza en una Tokio más erótica que nunca, se van a encontrar ante una novela divertida y que mantiene el interés y la atención en todo momento del lector. Sin embargo, permitan al duende malicioso que el blog lleva dentro a decir que en esta ocasión sí que puede faltar ese elemento de la ecuación que convierte una buena trama amorosa en algo que trasciende la literatura para meterse en la piel de una forma irreversible.
Más de uno dejaría a la niña mala sin recreo... aunque no se preocupase de que cumpliera o no el castigo. ¿Cuál es el seductor encanto del exceso? Pues en ocasiones es excesivo, pero no tiene por qué ser tan sexy como a veces se vende... O vayan a saber ustedes si es que se acerca el invierno como diría Martin y las niñas malas son para el verano.

domingo, 20 de noviembre de 2011

EL SECRETO DE UN BARDO

Cristóbal Colón, Jesús de Nazaret, Mahoma, Homero... y William Shakespeare. La Historia está llena de grandes personajes que han poblado miles y miles de sesudas páginas que han tratado de acercarse a ellos, aunque, en todos los mencionados, hay muchas dudas y lagunas... incluso en no pocos casos, se cuestiona que existieran realmente, o por lo menos, tal y como la tradición nos los ha rescatado.
Roland Emmerich se desmarca de la clase de género en el que estaba asentando y se saca una curiosa historia, volviendo a recoger esa teoría que pone en duda la veracidad de que William Shakespeare fuera el verdadero autor de esas piezas teatrales que se han convertido en patrimonio, no solamente de la lengua inglesa, sino de la literatura universal.
Hemos de admitir que la cinta tiene una puesta en escena brillante. Todo un actor con mayúsculas como Derek Jacobi hace una introducción ante un teatro abarrotado y oscuro, poniendo en duda con sutileza y dobles sentidos que se sepa tan poco "de nuestro Shakespeare". Al más puro estilo de un drama griego, se nos promete sangre, traición, muerte y venganza... ¿Cómo resistirse ante un entrante de tales características?
El rodaje está repleto de una estética que recuerda para lo bueno y lo malo a lo que ya pudimos ver en la serie "Los Tudor". Una puesta en escena muy atractiva, que sabe capturar el ojo y que, verdaderamente se aleja de la verdadera suciedad que tuvo que tener el Londres de la reina Isabel. A buen seguro los que adolezcan de la deformación histórica, van a disfrutar este escenario y lo gozarán, aunque más de uno quedara disconforme con el retrato de algunos personajes y situaciones, desde la reina Isabel a Ben Jonson.
El problema es que pedir rigor en este punto nos estropearía disfrutar del fascinante juego que nos ofrece el guión de "Anonymus". Un macabro rompe-cabezas que enmarca un flasback dentro de otro flashback (recurso que por cierto en ocasiones se vuelve en su contra y a veces la torna confusa), que nos lleva a través de intrigas por el trono Tudor y muchos amoríos, traiciones y cuantos elementos componían el drama griego. La verdad histórica queda postrada ante una verdad poética emocionante, donde Rhys Ifans encarna nada menos que a un conde Oxford que es postulado como el verdadero genio tras la cortina... Teoría manejada en otras ocasiones, la verdad sea dicha.

John Orloff es quien trae esta caja china repleta de sorpresas que es un argumento que pese a no ser a prueba de bomba, sabe entretener y no se puede afirmar, tanto si es uno amante o detractor de la película, que se haga larga o no entretiene, y eso, en estos tiempos que corren para la cartelera, no es poco. Pasando al interesado, si Ifans se lleva un personaje que es una perita en dulce (es imposible no empatizar con él o tenerle simpatía), Rafe Spall tiene que bailar con la invitada menos atractiva en este juego de what if y máscaras, nada menos que El Bardo en persona.
Spall encarna a un Shakespeare engullido por los acontecimientos de la época isabelina (Reina Virgen durante la Edad Moderna y uno de los símbolos de la resistencia anglicana ante la Europa católica) y que a través de su buen amigo Ben, logra llevarse los laureles, al asumir los escritos del noble como suyos.
Pasando detalles puntillosos al margen (por ejemplo: el orden cronológico de las obras publicadas, el hecho de que Ricardo III fue modificada durante la conjura de Essex pero ya estaba hecha, etc.), este Shakespeare se aproxima al Mozart de "Amadeus" (magnífica película por otra parte), con una conducta infantilizada y egoísta; en su caso, un actor que se convierte de la noche a la mañana en el dramaturgo que barre a sus competidores y necesita un teatro nuevo para él solo.


Según la propuesta de la cinta, William ni siquiera era capaz de escribir, aunque sí de leer. Podemos imaginar las quejas y protestas de buena parte de los habitantes de Stratford, pueblo natal del protagonista y que ha visto a su hijo predilecto atacado en este terremoto cinematográfico que el propio Emmerich se ha jactado en decir que es una alegría en una época en la que nadie tiene los co... de decir cosas de este tipo. Lo cierto que ni sus más acérrimos partidarios podrán negar que estamos ante poco menos que un milagro. De la misma forma, el torpe y libertino actor que se nos presenta en "Anonymus" hubiera tenido muchos problemas para sobrevivir en las espartanas en sus horarios compañías teatrales londinenses, con multas ante la indisciplina y, recordando la opinión de Henry Chettle (quien probablemente fuera el primero en hablar a William de Romeo y Julieta), el Shakespeare histórico fue un actor muy destacado de su época y que, quién sabe, quizás supo captar a la perfección lo que quería el público.
El William Shakespeare que aterrizó en Londres tenía pocos recursos y más allá de su vocación de actor, se podía dudar de que fuera capaz de desarrollar un talento como el que exhibió. No obstante, algunos analistas afirman que sus firmas son claras y con un toque gótico que refleja a la perfección la Escuela de los maestros de su pueblo, lejos del modelo italianizado que exhibían los ingleses universitarios de la época. Esta faceta como actor que después se convirtió en actor causó mucha hostilidad por parte de sus colegas dramaturgos, que no podían verlo sino como una intromisión que, para colmo de males, se daba por alguien a quien no dejaban de considerar inferior. Mucho más fácil era abrazar a alguien como Sir Francis Bacon, brillante filósofo, aunque su distanciamiento geográfico del principal escenario de los acontecimientos le resta algunos puntos como posible sospechoso.
Este tipo de prejuicio parece haber sido trasladado a algunos elementos de la trama, ya que los Cecil, linaje de grandes consejeros para Isabel son acentuados en sus malignidades y carácter plebeyo, mientras que, por lo general, los personajes de la nobleza, no solamente el conde de Oxford, que, verdaderamente era una persona con una formación muy alta para la época, los nobles son vistos con un sano prisma. Querer considerar que los humildes orígenes de Shakespeare le desacreditaban para realizar las complejas obras que hizo, no es un argumento indiscutible, baste pensar que Marlowe (otro de los "otros" Shakespeare que los teóricos han barajado) era hijo de un humilde zapatero, lo cual no le impidió en lo absoluto ser un dramaturgo refinado, un documentado espía durante un tiempo de la reina Isabel y un notable de la época.
Dicho sea de paso, tampoco querría uno caer en el otro extremo, es decir, negar ese importantísimo papel y que no es descabellado que algún noble por juzgar deshonroso para la mentalidad de la época que hiciera obras de teatro, pagase a un miembro de las compañías para firmar de su nombre. Algunos de ellos eran personas de tremenda valía y agudizada sensibilidad, sabido es que el conde de Southampton abrió su biblioteca a un joven Shakespeare, que no solamente pudo disfrutar de su mecenazgo monetario, sino que al fin tuvo acceso a unas obras que no eran conocidas por el común del público en unos días donde la gran mayoría de la población era analfabeta.
Otros personajes como Thomas Kyd salen paraodiados hasta el extremo, convirtiéndolos en delatores sin escrúpulos a la autoridad de sus colegas por envidias y celos. Este fenómeno de escritores haciéndose la vida imposible no es en exclusivo de los días isabelinos, durante el Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, Góngora, Cercantes y la ilustre compañía, convivían a apenas un par de calles y con mucho gusto se dedicaban, aparte de componer versos, a hacerse la vida imposible por las cuestiones más terrenales. Es curioso que el guión no incida en un aspecto muy interesante, la posible autoría de Kyd de una obra que hubiera sido un claro antecedente de Hamlet.
Debates literarios al margen, creo que los espectadores/as que se acerquen a esta montaña rusa se lo pasarán muy bien y tendrán animados debates a la salida del cine, como ya hemos apuntado, no escasa victoria en estos tiempos que corren. De nuevo en la brecha, amigos míos...
Buscando que los lectores/as de Amarcord saquen sus propias conclusiones y disfruten con las hipótesis, les invitamos a dos enlaces, el primero desmonta con buenos argumentos muchas de las teorías de conspiración y optan por pensar que sí, que en una ocasión llegó un provinciano que con un gran talento natural, trabajo y contacto con excelentes maestros, supo erigirse como uno de los grandes literatos universales. En el otro, vemos como con igual sapiencia y picardía, se ponen argumentos que nos hacen sospechar de que quizás hubiera algo tras la firma de Will... Lo que nunca nadie nos podrá quitar son esas obra universales.

domingo, 13 de noviembre de 2011

LA QUE SE SUCEDE

"La que se avecina" es una de las pocas series españolas que hoy en día se ha ganado un buen share de público y es fácilmente identificable por una gran cantidad de espectadores. Ciertamente, en una época donde productoras como la HBO están creando verdaderos golems de calidad y en formato cine, el panorama nacional parece en clara desventaja por muchos factores, no es poco éxito.
No obstante, más de uno pensaría que las desventuras de Mirador de Montepinar vienen a ejemplificar aquello de ser cabeza de ratón o cola de león. Amparada en el tremendo éxito cosechado por "Aquí no hay quien viva" (reseñada también en este blog), Tele 5 logró hacerse con buena parte del reparto original de la calle Desengaño, buscando repetir fórmula. No obstante, comenzarían la carrera un poco cojos, careciendo de inmediato de la presencia de puntales tales como Luis Merlo o Fernando Tejero, a la par que otros como Santiago Ramos, Diego Martín o María Adanez hacía mucho que habían partido.
Como era de esperar, muchos incondicionales de la serie dieron la espalda a una producción que era poco más que un clon defectuoso del modelo original, donde más allá de los cambios de nombres se aportaba muy poco nuevo. Afortunadamente, la calidad del reparto (por ejemplo: José Luis Gil) la mantuvo con cierta discrección, aunque tempraenas bajas como la de Malena Alterio o Emma Penella (recordemos que la gran actriz de "El Verdugo" falleció precisamente por aquellos días) no daban a intuir un futuro muy pujante. Así, a pesar de un buen nivel global, en balance existía diferencia de calidad de repartos entre una y otra.

No deja por tanto de ser gracioso pensar que ahora las tandas se han invertido. Que ahora hay una nueva generación de público, generalmente joven, que no tiene ni idea de "Aquí no hay quien viva" y ha terminado seducido por esta fórmula y sin el prejuicio de tener en mente el original. Expresiones de sus personajes (salami dixit) han sustituido al "Ésta nuestra comunidad, un poquito de por favor, Radio Patio, etc...".
Varios factores explican la ecuación, el principal de ellos la introducción de personajes que se han ganado muy tempranamente el cariño del público, como Antonio Recio, el mayorista conservador que no limpia pescado, impecablemente interpretado por un gran actor, Jordi Sánchez, quien saltara a la palestra como excelente actor de comedia en la serie catalana "Plats Bruts". Igual que acontece con otros monstruos ficcionales como Bender Doblador Rodríguez o Sheldon Cooper, son una bendición y una pesadilla a la par para los guionistas, ya que se puede acabar cayendo en sobre-explotarlos.


Absolutamente caracterizado como un tipo desagradable, egoísta y ultra-conservador, Recio cala fácil porque es un personaje visceral donde el actor pone mucho, especialmente gracias al complemento atemperado que encuentra con la señora Recio, caracterizada por Nathalie Seseña, quien ya destacara hace tiempo a las órdenes de Alex de La Iglesia. De cualquier modo, bien pudiera ser por nostalgia, uno no deja de pensar que si bien los Recio hubieran encajado a la perfección en "ANHQV", no hubieran podido tener el monopolio que sin duda ostentan en esta producción de José Luis Moreno (cuya jugada por cierto en el traspaso de cadena no dejó de ser, cuanto menos, polémica).
Un grave problema del formato de la serie y que es un defecto que arrastran muchísimas comedias producidas hoy en día, es la excesiva duración de su metraje. No en vano algunas de las mejores comedias para la pequeña pantalla están amparadas en el sistema de 20 minutos largos. No es un hecho casual y sí muy medido. No poniendo en duda que "La que se avecina" tiene momentos muy divertidos y de mente fría, sorprende que pase con tanta holgura de una hora, lo cual hace resentirse el ritmo.
Con todo, tiene la fortuna de contar con buenos personajes y una cota de público fiel que va garantizando su supervivencia e, incluso sus principales detractores, deberían admitir que hay una mejoría evidente desde las primeras temporadas a las actuales, probablemente porque paulatinamente se ha ido alejando de su clon mejorado.
Probablemente, en muchos otros momentos una serie como "La que se avecina" hubiera pasado en un correcto lugar, pero tal vez más discreto; sin embargo, en unos momentos de horas bajas, ha alcanzado una relevancia muy notable dentro de las comedias españolas.

domingo, 6 de noviembre de 2011

UNA SOGA PARA LOS DALTON

De la mano de Achdé y Gerra basándose en el mítico jinete solitario de las viñetas creado por Morris, vuelve una nueva aventura de Lucky Luke, con un título que evoca a aroma a western: "Con la soga al cuello".
Lo primero que llama la atención esta revisitación al salvaje Oeste de Luke, es un brillante planteamiento inicial, finalmente, los Dalton, la Némesis por excelencia del protagonista, han sido condenados a muerte, tras sus años de fechorías y el fuerte gasto que generan a la penitenciaría. Principalmente de la mano de los inimitables guiones de René Goscinny, los Dalton se auparon como uno de los motores cómicos de la saga, hasta el punto de reconocer el mérito de estos dos continuadores de atreverse a plantear una desventura de los cuatro hermanos.
Ciertamente, el potencial de la condena máxima a los Dalton es enorme. Con la excepción de su caballo, Jolly Jumper, Luke es uno de los personajes más solitarios por excelencia, a diferencia de Astérix o Tintín, no solamente es su eterna soltería (acentuada décadas atrás por cierta misoginia paternalista), es el hecho de que no tiene ningún vínculo fuerte en su viaje itinerante deshaciendo entuertos a lo largo y ancho de unos incipientes Estados Unidos. La teatrarquía de sus forajidos favoritos es uno de los pocos nexos que posee, ¿cómo le afectaría dicha decisión? ¿A quién perseguir después de ellos? ¿No marcaría un poco el final de una época del Far West?
Pese a ello, nuestros dos autores no exploran esta línea que nos llevaría a un cómic cercano a "La residencia de los dioses", más bien optan por el modelo clásico de van los Dalton, se llevan el tebeo con sus gracias y Luke prácticamente queda a la altura de espectador en muchas secuencias. Esto no es una crítica negativa, ya que estamos ante una aventura fresca, graciosa y que tiene muchos elementos clásicos que harán las delicias de los nostálgicos, especialmente, por su buen dominio de personajes anteriores a esta adaptación de la serie (por ejemplo, la inefable Mamá Dalton).
Con un esquema similar a "Siete novias para siete hermanos", los condenados deberán ampararse en la triquiñuela de contraer esposa para poder eludir el beso de la Parca, mientras Luke colabora, entre aliviado por salvarles la vida y temiendo que abrazar de nuevo la libertad los coloque de nuevo en su papel de principal amenaza. Paulatinamente, la situación se van complicando, de una forma eficaz, aunque en la traducción de los diálogos de la edición en castellano hay algunas expresiones que, imagino que tratando de ser juveniles, olvidan que usan frases que eran dichas por los jóvenes... de hará unos veinte años. Detalles al margen, el cómic no tiene nada que envidiar a muchos de sus predecesores, sacando nuevamente una espléndida nota estos continuadores del legado de Morris, Goscinny y cía, aunque esperamos que en las próximas obras sigan tirando de la manta e incluso se atrevan a ser más rocambolescos, a dejarse llevar por la montaña rusa sin echar el freno de mano.
Una historia altamente recomendable para los seguidores del pobre cow-boy solitario que está lejos de su hogar. Alterna sana nostalgia con elementos novedosos.