domingo, 25 de diciembre de 2011

FELICES FIESTAS, CON ACENTO BERLANGUIANO

Cuando nos adentramos en estas fechas navideñas, hay varios clásicos cinematográficos que son muy recurrentes, por ejemplo, la emblemática "Qué bello es vivir".
No obstante, sin demérito de las anteriores, hay una cinta que a mí me viene con particular fuerza, especialmente el día de Nochebuena, "Plácido", mítica obra dirigida por el gran maestro Luis García Berlanga (1961).
Durante toda su heterodoxa y espléndida filmografía, Berlanga, especialmente cuando colaboraba con el mítico Rafael Azcona, se caracterizó por una tremenda capacidad incisiva, una burla constante de instituciones, sociedades e ideologías... y una tremenda ternura y compasión por el individuo como sujeto individual, con sus grandezas y miserias. En pocas ocasiones anduvieron más fino que con Plácido, un desventurado conductor de moto-carros encargado de llevar la estrella de Belén en una campaña de Navidad para sentar un pobre en la mesa de un pueblo donde la gente bien ha organizado este espectáculo solidario que tiene mucho de hipocresía.

El humorista Cassen, se encarga de encarnar a este típico protagonista berlanguiana, obsesionado por un problema que es sistemáticamente ignorado por el resto del mundo que le rodea, trata de solucionarlo, en su caso, acabar su labor con tiempo para pagar una letra, ya que le podrían embargar...en plena Nochebuena.


Indudablemente, estamos ante uno de los mejores papeles que ha interpretado Cassen, junto con su conserje de "Atraco a las 3", el mejor. Está acompañado asimismo por uno de los mejores repartos que se podían reunir en la época, sobresaliendo José Luis López Vázquez (Quintanilla, el de las serrerías), Manuel Alexandre, Agustín González, Amparo Soler, Julia Caba Alba, Elvira Quintillá, Amelia de la Torre, Antonio Ferrandis, Luis Ciges...
"Plácido" es un retrato muy curioso y especial, una radiografía terrible del reverso de la caridad, la farsa y la pompa innecesaria, lo políticamente correcto y las mil miserias que se escondían detrás de la España franquista, bajo un duro invierno, con secuencias que es impresionante que se escapasen del ojo no demasiado clínico de los censores de aquel tiempo.
Una obra maestra que incluso tuvo la osadía de colarse entre las nominadas a los Oscars como mejor película de habla no inglesa. Aunque no se lo llevó, sentó un precedente fundamental para el cine español y, a cambio de no llevarse la estatuilla, se ganó el cariño para siempre de crítica y público.
Una maravilla.

domingo, 18 de diciembre de 2011

¿QUÉ FUE DE NOSOTROS?


Existen empleos que son armas de doble filo. Por ejemplo, los deportistas de élite, un gran sueldo, reconocimiento público y fama, eso sí, durante unos escasos años, una vida profesional muy efímera que se diluye con una velocidad increíble. De la misma forma, los actores, especialmente los más habituales de los taquillazos, pueden caerse de las carteleras sin que nadie sepa explicar ni por qué fueron tan populares ni qué justificaba su ostracismo actual.
David Trueba se dejó seducir por esa idea cuando se decidió ponerse hace unos años manos a la obra en una especie de "Desmontando a Harry" a la española. Una serie, que desafortunadamente no tuvo mucha repercusión popular, aunque sí buena acogida de crítica tras la emisión de sus seis episodios para una cadena privada.
Usando la figura de Jorge Sanz, quien fuera uno de los actores principales de una nueva oleada de intérpretes nacionales, Trueba hace una disección del paso del tiempo y lo precario de muchas de las cosas que damos por garantizadas.
El experimento es muy curioso, rodado casi con estética de documental, no deja de ser una obra de ficción, con mucho de auto-parodia y la sana inteligencia de reírse de uno mismo cuando procede.
No solamente Sanz se presta ello, varias figuras del medio cinematográfico caen en el juego de esta sátira de ellos mismos, por poner algunos ejemplos, Antonio Resines, Santiago Segura, Carlos Larrañaga... Ciertamente, Trueba lanza algunos dardos divertidos a festividades como la de los Goya, o las miserias entre colegas (incluso repartirse el precio de una corona en memoria de José Luis López Vázquez, el gran Morito, uno de los mejores intérpretes de su época). Otros "notables", como Juan Manuel de Prada, se prestan a reírse de ellos mismos, algo que es muy de agradecer. Además, está hecho de una manera muy humana, alejada de apocalípticos mensajes como "El crepúsculo de los dioses" (una obra maestra, por otra parte), simplemente tienen sus grandezas y miserias como ocurre en infinitas oficinas y centros de trabajo a lo largo de la semana.
Desde su aparición como un jovencito Conan a las órdenes de John Milius, Sanz se convirtió en un rostro recurrente y con mucho apoyo del público. Su relativa oscuridad en los últimos tiempos, está bien parodiada y él mismo se presta a ello, viendo como el 90% de la población piensa que era una pena lo de este chico que era tan guapo y ya se ha hecho mayor, mientras él se encuentra con problemas para encontrar un papel en una serie televisiva abominable pero que necesita para poder mantenerse, merced de los caóticos servicios del personaje interpretado por Eduardo Antuña, antiguo representante de quesos y ahora metido a agente de Jorge.
Es una pena que el experimento no funcionase del todo, esta especie de Larry David peninsular está muy bien y verdaderamente constituyó un soplo de aire fresco al panorama de las series nacionales. De hecho, la sensación que tiene uno al final del camino es que han quedado muchas cosas por contar y que se ha terminado notando que los episodios no fueron rodados en orden.
¿Nuestro futuro? Nuestro futuro ya ha pasado, amigos míos... Carpe diem.

domingo, 11 de diciembre de 2011

GALACTUS, DEVORADOR DE MUNDOS

El año de 1966 fue clave para el cómic norteamericano. Stan Lee y Jack Kirby se encontraban muy asentados en una colección muy especial, "Los Cuatro Fantásticas", creada unos pocos años antes y que había marcado la resurección del género súper-heroico.
La historia ha sido contada una y mil veces. Lee estaba frustrado en la antigua Timely, llegando a barajar abandonar el barco y dedicarse a otra ocupación, mientras trataba de desarrollar una carrera literaria. Sin embargo, la esposa del guionista, le propuso no tomar una decisión tan precipitada sin antes dar un canto de cisne, si pensaba que la industria estaba tan paralizada, que al menos intentase hacer la historia que le hubiera gustado contar.

Así lo hizo, contando con la increíble ventaja de tener a Jack "The King" Kirby como dibujante, Lee crearía una premisa muy tonta, aparentemente un torpe juego de palabras, "Súper-héroes con súper-problemas". Así surgieron en las viñetas cuatro individuos, Johny Storm, La Antorcha Humana, Reed Richards, modestamente llamado Mr.Fantástico, Sue Storm, La Chica Invisible y Ben Grimm, La Cosa. A pesar de tener vínculos familiares y de amistad, los protagonistas solían discutir, cuando no pelearse entre ellos, mostrando varias flaquezas que provocaban una mayor empatía de los lectores.
La colección se convirtió en un éxito de público y puso a los cómics Marvel en el ojo del huracán, prensa, radio e incluso universidades señalaban aquella nueva oleada como una especie de nueva mitología para los cómics. Lee, tenía una desventaja como guionistas, era un hombre de su tiempo, algunos de sus diálogos eran muy rimbonbantes, además de presentar un machismo paternalista que hoy los lectores/as solamente pueden leer arqueando la ceja; como fuere, todo palidecía ante su inteligencia a la hora de crear conceptos y su capacidad de superar errores (la evolución del personaje de Sue Storm demostró que podía adaptarse al devenir de los tiempos).
Como decíamos, la colección estaba asentada, además de contar con un correo de lectores que inter-actuaban con la propia editorial. Introduciendo personajes que luego fueron fundamentales para La autoproclada "Casa de las Ideas (Los Inhumanos, Los 4 Terribles, el Doctor Muerte...), uno hubiera podido pensar que Lee y Kirby irían dormirse en los laureles, con un merecido descanso del éxtasis creativo de unas musas que parecían empeñadas en llamarles todos los sábados por la noche.


Lee, que siempre ha sido reconocido por poder vender una nevera en tierra de los esquimales, llevaba mucho tiempo con una idea, hacer un tebeo sobre Dios. Por supuesto, sabía que no podía coger a una deidad de religión oficial para no levantar ampollas, pero sí le seducía mucho la idea de un personaje grandilocuente, con un código moral distinto al de sus protagonistas... Ni bueno ni malo, que simplemente estaba en otro plano.
Probablemente Kirby tuvo mucho que ver con el fascinante diseño de la criatura, Galactus. Con el aspecto de un titán, era una criatura espacial que surcaba el cosmos con su heraldo Estela Plateada (que venía a ser una especie de su Mesías y que luego fue tan bien representado por John Buscema), para abastecerse de la energía vital de los planetas de la galaxia. Esta premisa que es una joya para la ciencia ficción se remataba por el hecho de que Galactus no era un monstruoso villano, en realidad, simplemente actuaba por hambre, ¿quién dudaría en pisotear un hormiguero si su vida estuviera en juego?
Bajo el entintado elegantísimo de Joe Sinnot (que parecía tener el don de que todos los dibujos que pasarán por su mano cogieran una elegancia particular), Galactus y su heraldo fueron presentados durante tres números increíbles que sorprende que fueran editados hace tanto tiempo. Lo atractivo de la premisa es impresionante y realmente aún hoy levantaría expectación, además, en castellano tenemos la fortuna de contar con una reciente re-edición en Biblioteca Marvel Los Cuatro Fantásticos número 5.
En el deber de esta pionera pieza, afirmar que tanto Lee como Kirby cayeron en ese error tan frecuente de muchas obras centradas en esta temática, especialmente en el cine, vienen unos aliens y atacan New York, se produce el desembarco de unos extra-terrestres y alquilan un apartamento en Manhattan... Por supuesto, por momentos, parece que Galactus no tiene otra mejor ocurrencia que colocarse delante del edificio Baxter para personalizar una lucha que debería ser mundial, contra el cuarteto de Reed Richards, mientras la gente mira.
Superando falsas nostalgias y sin negar los defectos que posee, la trilogía de Galactus sigue siendo hoy un exponente de la imaginación al poder en el mundo de las viñetas.

domingo, 4 de diciembre de 2011

ARTHUR MILLER Y EL INSTINTO DE SUPERVIVENCIA

Durante este fin de semana, en la ciudad de Córdoba hemos podido disfrutar de la adaptación de Claudio Tolcachir de la clásica pieza teatral de Arthur Miller, "Todos eran mis hijos". Así que en grata compaña, vuestro humilde bloguero visitó ayer un pequeño pueblecito estadonunidense que apareció de la nada en el Gran Teatro de La Llana.

La obra de Miller no necesita presentación, desde "Muerte de un viajante", esa inquietante y maravillosa canción triste de Willy Loman, hasta "Las brujas de Salem", toda una osadía en plena época de la paranoia comunista norteamericana, su calidad literaria prevalece al paso del tiempo. De personalidad complicada y hasta polémica, su condición de clásico para el escenario lo coloca como uno de los más grandes autores teatrales de su generación.
La trama se centra en el hogar de los Keller, una familia compuesta por los padres y dos hijos, uno de ellos superviviente de la guerra y el otro desaparecido en el frente por más de tres años. A pesar de la fe inquebrantable de la madre, Kate, de que el añorado Larry va a volver, parece que el resto del clan y amigos, al igual que ocurría por ejemplo en "La dama del alba", han empezado el proceso de olvido. Eso se manifiesta con más fuerza que nadie en Chris, quien tras su etapa militar ahora trabaja en la industria de su progenitor y se cartea con la esposa de su hermano, de la que ha estado enamorado desde la infancia, aunque la chica vive ahora en otra ciudad, debido a que su padre tuvo problemas con la justicia y se ganó el descrédito del pueblo.
Con su habitual facilidad de pluma y capacidad de entrar en diálogos inteligentes e intimistas, Miller vuelve a sus temas recurrentes, el papel de la familia, personajes con muchas aristas, una frontera difusa entre el bien y el mal y una gran emotividad, tratando con crítica descarnada sistemas e ideologías, pero con infinita ternura al ser humano como sujeto individual, incluso en sus miserias. Hasta aquí nos quedaremos en la trama, por respeto a aquellos lectores/as que tengan pensado ver esta nueva versión de Producciones Teatrales Contemporáneas.
A nivel de montaje, el escenario planteador por Miller es muy propicio para los teatros, una casa y su jardín, con apenas algún elemento como el bosque de fondo o un árbol plantado por el hermano mayor Larry que es derribado por un rayo la noche donde comienza el relato. Bajo este marco se desenvuelve un reparto muy potente. Me gustaría aquí resalta a Jorge Bosch, espléndido en su rol secundario, creando a un personaje conmovedor y que vuelve a confirmar las palabras del maestro Woody Allen de que más valdría tener suerte en la vida que talento.
Entre los miembros del reparto más jóvenes, destacan las escenas mantenidas entre Fran Perea y Manuela Velasco, creando una pareja de interés romántico con menos tópicos de los que pareciera a simple vista. En general, la calidad media es más que notable y a buen seguro el público a lo largo de España va a disfrutar con esta gira.
En un lugar mencionar a la pareja protagonista. En primer lugar, la madre, interpretada por una gran Gloria Muñoz, que crea una progenitora muy interesante. Es una de las máximas de este tipo de obras, baste pensar en "Las uvas de la ira" o en la ya citada "Muerte de un viajante" para ver esa omnipresencia en la obra, aquí les sorprenderá.


Por último, a un majestuoso Carlos Hipólito como Jon Keller, el patriarca del clan. Habiendo seguido la trayectoria en cine de este actor, tenía buen concepto de él, no obstante, lo mismo que me ocurriera viendo en acción al gran José Luis Gil en la proximidad del escenario para "To be or not to be", la impresión ha aumentado, así como la admiración. De menos a más durante toda la representación, poco a poco se va adueñando de la obra, teniendo una manera única de gesticular, de moverse, de cambiar los registros de su voz... Un actor de una categoría impresionante.
No esperen a que sea su día fausto en el caldenario, vayan a disfrutar de esta obra...