domingo, 27 de mayo de 2012

PERDIDOS EN LA TRIBU

Son la tribu más numerosa y pesada, unos verdaderos hunos que no dejan nada a su paso, que casi buscan monopolizar todas las conversaciones y no admitirían ni bajo hierro candente que su afición es el deporte del rey. Es un tema tan banal como universal, pan y circo denuncian sus detractores con razón, aunque, cuanto menos, ahora no hay leones (salvo en el Bilbao) y se perdona la vida, algo hemos progresado.




No deja de ser curioso que con la que está cayendo, siga habiendo tantos espacios en los informativos para el espacio deportivo, aunque en verdad, quien ordena y manda es el fútbol dentro de ese marco, quedando el resto de las disciplinas en fuera de juego y teniendo que presentarse en el descuento. Motivo de reflexión debería ser, aunque algo tendrá el agua cuando tanto la bendicen y no deja de ser cierto que si bien es algo absolutamente sobrevalorado, tampoco es adecuada la trivialización al que algunos lo someten, quienes, como diría el magistral Sabina: "Comprendí que era algo impropio de caballeros".





John Carlin, periodista de origen inglés y ya prácticamente de doble nacionalidad, columnista del diario "El País" y autor de libros como "El factor Humano", que inspiró la película de Clint Eastwood, "Invictus", que explicaba la fórmula que Nelson Mandela utilizó con maestría con el rugby para unir las divisiones de su país, ha visto recopilados algunos de sus mejores artículos en los últimos años, en una edición curiosa que quizás venga bien a algunos amantes de pegar patadas a un balón... y tal, vez, solamente tal vez, logre por unos instantes, que quienes lo aborrecen, se interesen un poquito por él.



Este tipo de recopilaciones (se ha hecho algo muy similar con otro periodista de
muy buena pluma, Santiago Segurola, también recientemente editado), son una pequeña delicia, aunque desgraciadamente no abundan porque las páginas (a todas luces excesivas) que se dedican 24 horas al día al balompié, son de rápido consumo. No obstante, igual que ocurría con las crónicas del Calcio de Enric González, algunas de las pequeñas crónicas de Carlin van un poquito más allá, aunque como bien advierte Eduardo Mendoza, cuando se habla de algo, se tiene que hablar de esa cosa y no buscar la hipérbole.



Explicar la rivalidad del tiqui-taca con el modelo de Mourinho a través de "Amadeus", sus apreciaciones sobre el reparto de los derechos de televisión como una de las claves del éxito de la Premier o ciertas connotaciones políticas que envuelven algunos de los campeonatos del globo. Por supuesto, toda selección tiene sus vacas menos grodas y hay algún artículo repetitivo y que insiste en lo mismo, aunque Carlin se muestra como un periodista solvente y de calidad.




Quizás el aspecto más curioso que se pueda resaltar es su perfil sobre algunos de estos dioses, tan acaudalados como efímeros en este Coliseo de hierba. Sorprenden los datos que aporta sobre un Cristiano Ronaldo más humano que ese Adonis distante que a veces trasmite, siendo el crack luso presentado bajo otro prisma más interesante. De la misma forma, Carlin cae en algunos tópicos del etnocentrismo deportivo que tiene el fútbol con otros deportes, considerándose la única fuente de injusticias y emoción, como si el baloncesto, el balonmano o el hockey, entre muchísimos otros, no tuvieran ese componente de justicia que alimenta las semanas con este violín de Sherlock, pequeñas frustraciones y grandes alegrías, en un ritual dominguero (que a mí, por lo menos, como hábito, me resulta menos desagradable que el arroz que se impone en tantos hogares españoles).





Libro curioso, con anécdotas ricas, los seguidores del popular espectáculo de las porterías, deberían hacerse con una copia. Los que no, como diría Jorge Valdano, tal vez, como curiosidad científica, cuanto menos, para examinar la orina del informe.



More than a game less than life.

domingo, 20 de mayo de 2012

UNA VEZ SABES A QUIÉN TE DIRIGES...



Uno de los grandes problemas a la hora de querer vender una idea es hacerlo a las personas equivocadas, es decir, un público que no está realmente interesado en lo que vas a producir, aunque sea bueno y de calidad. Entre muchas otras cosas, aparte de un arte impresionante, el cine es un negocio, donde sobreviven mejor quienes logran conectar perfectamente con la clase de público que va a responder en las cada vez más infladas taquillas (como estamos en crisis económica, las luminarias han pensado acertadamente que subir los precios de las entradas era una estrategia genial para salvaguardar el séptimo arte). Es decir, concerte a ti mismo y al público, en una variación de marketing a lo oráculo de Delfos.



Joss Whedon ha recibido una perita en dulce envenenada para llevar a la gran pantalla una de las colecciones más míticas de Marvel, "Los Vengadores", quienes, en un ejercicio de modestia digno de José Mourinho, se autotitulaban los héroes más poderosos de la Tierra. Como si fuera la elección de un equipo olímpico por parte de un comité sediento de medallas de oro, la productora ha ido sembrando el recorrido con varias cintas previas donde se daba a intuir la formación del grupo, teniendo varios de sus futuros integrantes (Thor, Iron Man, Capitán América) sus propias obras, la de Tony Stark tan exitosa que ha tenido hasta secuela. Pasos y más pasos, todos ellos encaminados a una mega-producción que un amigo mío muy atinadamente definió de la siguiente forma: "El minuto 20 de Los Vengadores podría ser el clímax de cualquier otra peli de acción".





Tras haberla visto, uno solamente puede quitarse el sombrero y afirmar que estaba en lo cierto. Importa muy poco la trama que desarrollan Whedon y Zak Penn, el arranque simplemente quiere colocarte en una montaña rusa. La apuesta es clara, estamos ante un producto que no va a satisfacer a quienes aborrezcan el género de súper-héroes; no obstante, quienes si hayan sido lectores de la colección o les gusten este tipo de espectáculos con momentos casi de video-juego, quedarán satisfechos. "Los Vengadores" aspira a querer a quienes la quieren, una aparente tontería, pero basta con recordar la experiencia española con "El Capitán Trueno" para ver cómo no todos pueden decir lo mismo, que al menos han satisfecho al público garantizado.




Un problema que a lo largo de los años han tenido los propios cómics de esta agrupación es lo majestuoso de las amenazas que se conjuran contra ellos. El motivo es obvio, cuando Stan Lee (sí, habrá cameo, aunque no les digo en qué parte) decidió copiar descaradamente el éxito de la Liga de La Justicia, puso tanto potencial de fuerza, que casi parece que todo lo que no sea un Ragnarok con invasiones de otros mundos, sería un pequeño desayuno para unos héroes que cuentan con una deidad nórdica y una masa de aplastar enemigos que cuando más la enfadas, más temible se vuelve. Por supuesto, la invasión está servida y, cómo todos Colones de otros mundos que vengan, New York es el sitio ideal para jugarse el todo por el todo, la primera vez que alguien ponga aliens en Ciudad Rodrigo, nos sentiremos desconcertados.




Con todo, dentro del tópico, hay los suficientes homenajes para que los acérrimos se sientan satisfechos. En primer lugar, que el Maquiavelo de todo sea Loki, el hijo adoptivo de Odín (no, Anthony Hopkins no sale, aunque se le menciona y Natalie Portman aparece con su pérfil de Facebook o algo así), bien caracterizado por Tom Hiddleston, que está mucho mejor que en Thor, aunque probablemente la segunda sea bastante peor que esta película. Ya por lo lejanos 60, Loki intentaba usar el poder del gigante esmeralda para hacer la puñeta a su hermano de cabellos rubios y diálogos shakespirianos, ahora, simplemente, su tecnología es más moderna. Ricitos de oro, no podría ser otro que Chris Hemsworth, quien verdaderamente tiene planta de hijo de Asgard y da miedo pegando martillazos e invocando tormentas (aunque tenga problemas para que no le coman la tostada Jackson y Downey si andan por la escena si es con diálogos).




Y es que, a nivel de reparto, tenemos uno de los puntos fuertes de este envasado palomitero que puede ser ideal para desonectar un rato. Robert Downey Junior es la clase de persona que conoce a Maradona y le enseña a usar la pierna derecha, ha cogido a Tony Stark y ha convertido su Iron Man en una criatura carismática que no siempre ha sido en sus cómics (quizás con Micheline y Romita Junior y otras etapas), prácticamente devorando cada uno de sus diálogos, no tomándose en serio a sí mismo y siendo, indudablemente, una de las mejores bazas de la obra. De idéntica manera, Samuel L.Jackson cuaja su poderío en pantalla para hacer un creíble Nick Furia, mientras que Mark Ruffalo pasa con nota la prueba de coger el legado de Hulk dejado por Erci Bana y Edward Norton (aunque es una pena que no haya tenido peli previa con él de protagonista para ganarse más complicidad de los espectadores). Chris Evans también cumple con solvencia, además, es simpática la freakería con la que se explica lo ridículo de su uniforme en el diseño. Si bien algunas de sus frases son efectistas, crea un Capi perdido en el tiempo, el superviviente de un tiempo pasado y a quien no han explicado lo mucho que se perdió en las guerras que ganaron.







En un verdadero All Star (a fin de cuentas, son Los Vengadores), también tenemos nuevamente a Scarlett Johansson mostrando qué bien le quedan los trajes de La Viuda Negra; Johansson no lo hace nada mal, aunque habrá que ver su carrera en pelis más arriesgadas cuando la batuta genial de Woody Allen no la ampare, para ver si la impresionante diva es una buena actriz o ese fenómeno con tintes de brillantez absoluta que a veces se le ha intuido con Woody. Compartirá muchos momentos con ella Jeremy Renner, actor a quien ya tomamos la matrícula con la estupenda "En tierra hóstil". 





Cumpliendo con todos los cánones, habrá escenas de acción, Vengadores picados entre ellos, algún diálogo más ingenioso de la cuenta con buena dosis de sentido del humor en pleno Apocalipsis, sorpresa tras los créditos del final... Una vez vengador, siempre vengador. Y, una vez sabes a qué es lo que aspira tu película, es mucho más fácil lograr los objetivos.

domingo, 13 de mayo de 2012

SEE YOU IN ZAMORA


Fin de semana un poco más gris para los seguidores comiqueros. Tras una larga trayectoria dentro de las viñetas, siendo especialmente recordado por sus brillantes blancos y negros para Conan de Cimmeria, el blog de Amarcord no podía dejar pasar el domingo sin rendir un modesto pero sentido homenaje al brillante Tony Zúñiga.




El autor filipino siempre será recordado por su excelente profesionalidad. Al parecer, en el Valhalla, Crom le tiene preparado un comité de bienvenida bastante aceptable, según nos mandan fotografía desde Zamora...

THREE IS COMPANY





Costará pensar a cualquier espectador de nuestro tiempo, que vea "Apartamento para 3" hoy en día, pensar que hubo un momento en la década de los 70 en que fue un paradigma de la provocación. La idea de que hoy en día puedan convivir en un piso de alquiler dos muchachas y un chico, o a la inversa, o tres chicos, un gato, una chica y un perro, no tiene nada de extraño, pero, hubo un momento, en que consiguió sacar una sonrisa picarona a la sociedad norteamericana, tan puritana ella en algunos aspectos.





Efectivamente, el punto de partida de esta mítica sitcom familiar, fue la ocurrencia de dos muchachas (Joyce DeWitt y Suzanne Somers) solteras avecindadas en California, de cubrir el hueco dejado por su antigua compañera de piso, ofreciéndoselo a un estudiante de cocina que había acabado la fiesta de despedida durmiendo ebrio en la bañera (efectivamente, no eran muy rigurosas con el proceso de selección). Así, John Ritter, un estupendo actor cómico muy dotado para el slapstick, lograba poner los cimientos de su carrera dentro del género, que le llevaron a ser el padre de un endemoniado muchacho y un intérprete de contrastada solvencia que siguió trabajando en series más modernas (por ejemplo: Scrubs) hasta su desgraciada y prematura muerte.




Por supuesto, aunque todo aconteciese en Los Ángeles, tierra de paganos de moral laxa, aunque pese a sus escasos emolumentos, Jack pudiera permitirse ir a ver algún partido de Kareem y Magic en el Forum de Inglewood, ni todo el oro del mundo le hubiera permitido ahorrarse complicaciones con el casero de las muchachas, el señor Roper (un divertidísimo Norman Fell), cuya moral no le permitiría mantener a un inquilino con sus dos muchachas.




Igual que en la serie inglesa original en la que se basa esta versión norteamericana, no habrá otro pretexto más "puro" que fingir que el chico en cuestión es homosexual, lo cual salvaguarda la pureza de las alquiladas por el señor Ropper. En este momento, los lectores deben retroceder a los tiempos a los que se remonta el guión y simplemente congratularse de que las cosas hayan ido evolucionando. Por ende, pese al shock que pudiera suponer en su momento, no deja de ser visto con cierta inocencia y candidez casi infatil por parte de un público actual.





Con todo, alguna explicación tiene que existir para que el programa se mantuviera con excelentes números de audiencia hasta 1984. La principal, indudablemente, es la buena química entre los actores. Tras los primeros intentos de cortaje por parte de él y ellas, la versión norteamericana terminó oscilando (muy acertadamente) y desmarcándose de la inglesa, en no dar mucho peso a un supuesto interés romántico en el triunvirato, apostando más porque surgiera entre ellos una complicidad basada en la amistad y juegos de malentendidos que hoy ya son muy recurrentes y emulados en muchas comedias de situación.




Otro punto muy positivo de "Apartamento para 3" es la buena utilización de secundarios, algunos usuales como Larry, el amiguete fanfarrón de Jack, u omnipresentes, como los Roper. Si ya hemos ensalzado la labor de Norman Fell, no hay que dejar de hacer lo propio con su inefable esposa, caracterizada por Audra Lindley. Eternamente insatisfecha, la señora Roper completa el tándem de uno de esos matrimonios estancados y a los que ya hasta les gusta odiarse. Debiendo buena parte de su encanto a los actores, la ausencia de este matrimonio cascarrabias tras la tercera temporada, fue un hándicap que se resintió para los siguientes capítulos.




Aunque es una serie por la que los años han pasado (quizás eso haya influido en que no haya sido tan repuesta como otras igualmente populares), cuenta con una simpatía natural difícil de igualar, un estupendo actor protagonista y una buena química en pantalla entre sus integrantes.

domingo, 6 de mayo de 2012

FESTÍN DE CUERVOS


Hay carreras que no necesitan presentación. De hecho, incluso se comete una injustica con ellas. Acostumbrados a que siempre estén allí, llegamos a darlas por axioma garantizado, sin otorgarles el verdadero relieve que merecen. Ya fuera en las añoradas "Historias para no dormir", o en las más recientes apariciones en series tan populares como "Aquí no hay quien viva" o "La que se avecina", Gemma Cuervo es un rostro que no necesita presentación en los escenarios españoles.




Este fin de semana, Córdoba La Llana ha podido disfrutar de su presencia a la cabeza de una nueva adaptación de "La Celestina", ese inteligente rompe-cabezas moral creado por Fernando de Rojas, ilustre bachiller que aprovechó la pasión encendida de Calisto por el cuerpo de una hermosa joven, llamada Melibea, para sacar a la luz una divertida, irónica, atrevida y terrenalmente inteligentísima lección de vida.




Eduardo Galán y su compañía han logrado sintetizar de una manera respetuosa y ágil, esta complicada tragicomedia de sinsabores, que llevan al impetuoso Calisto (Alejandro Arestegui) a recurrir a los servicios de sus sirvientes para conseguir su conquista amorosa (aunque más honesto sería que hablasemos de recompensa sexual); ellos, dan el nombre de una vieja alcahueta, conocida por haber cosido más virgos de los que sería recomendable para su reputación.




Por supuesto, dicha anciana no es otra que Celestina, uno de los personajes más representativos de la literatura hispana, tan reconocible a distancia como El Lazarillo o el mismísimo Quijote. Ejemplo perfecto de la inteligencia pícara tan frecuente de la época, lisonjera, hace bien en recordar que solamente atiende a quienes le buscan y que, a fin de cuentas requieren sus buenos haceres y mañas. Mitad hechicera y mitad psicoanalista, sabe detectar de inmediato que tras las arrogancias de Melibea (Olalla Escribano), no esconden una raíz de deseo que sabrá explotar con suma maestría, más para acrecentar sus menguados ingresos que por ningún interés personal en los desvaríos de Calisto, joven caballero que durante toda la obra, únicamente tiene un propósito en mente.





Ingeniosa, llena de chispeantes diálogos, resulta asombroso que en una obra firmada a finales del siglo XV, tenga una fina ironía y un espíritu tan provocador, insinuaciones a zoofilia, abuso infantil, prostitución o descrédito de los poderosos y sus propios siervos, presentados como una verdadera cueva de alimañas; pero, a fin de cuentas, ni más ni menos reales que cualquier hijo de vecino, con muchas flaquezas. Nadie ejemplifica mejor esa actitud que Pármeno (Santiago Nogués), en un principio alertando a su señor contra la alcahueta, a quien conoce bien, para terminar confabulándose en su bando, debido a los favores que recibe por parte de una de las muchachas que habitan en la casa de la anciana.



Papeleta, pues, nada fácil para una Gemma Cuerva que responde con la solvencia de las grandes actrices el duelo. Incluso, le aporta algunos componentes a destacar, de manera muy sana, le ha restado cierta solemnidad a sus sentencias y le ha otorgado una mayor carga irónica que en otras versiones, de abuela despistada que no lo es en absoluta. A pesar de estar muy bien acompañada en la obra, son sus espaldas las que aguantan la estructura del edificio, como se encargó de resaltar el Gran Teatro, aplaudiendo un verdadero clinic. Para colmo, a la salida, pese a las inclemencias del tiempo y demás, derrochó simpatía con los espectadores que quisieron agradecerle su excelente labor. Lo dicho, quién no firmaría seguir así en su trabajo , tras una hoja de servicios brillante y con el espíritu de un debutante.




Cuervo ha definido de forma brillante la necesidad de la parte más oscura de la sociedad (en realidad, de cualquier sociedad), para servir a muchos propósitos. "Tiene un alma oscura, pero un alma al fin y al cabo". No deja de ser meritoria y acertada una caracterización de Celestina y sus discípulas como verdaderas vampiresas (muy cercanas en estética a las novias de Drácula de la versión de Coppola), succionadoras a través del deseo. De la misma forma, un imperial Juan Calot, compone a Sempronio, un personaje que siempre parece a punto de estallar por su codicia (solamente comparable a la de la alachueta, cuya inteligencia natural queda bloqueada ante su imposibilidad de levantarse de una caldeada mesa de póker cuando ya ha ganado demasiado) y su absoluto desapego por nada ni nadie, más allá de su placer o seguridad económica. Nuevamente, terrenalidad y relativismo ante los temas universales.



A pesar del tiempo transcurrido, este carpe diem contagioso y auto-destructivo sigue omnipresente en generaciones de espectadores, sanamente divertidos y conmovidos ante esta trivilización habilísima de asuntos que en ocasiones se toman demasiado en serio por los Calistos de turno, y decía que era amor, el picor que compartían...




Una espléndida versión de todo un clásico. Absolutamente recomendable.