domingo, 29 de julio de 2012

QUIZÁS NOS LO HEMOS GANADO

Pareciera que es tristemente inevitable que el estreno de una nueva película de la franquicia de Batman se vea salpicada de un incidente desagradable que empañe la alegría del estreno. Así, si la espectacularidad de "El caballero oscuro" venía oscurecida por el suicidio de Heath Ledger, "La leyenda renace", irá asociada a la figura de James Holmes, protagonista del terrible tiroteo en unos cines de Denver durante las primeras proyecciones en sala de una cinta que había generado una fuerte expectación por ver cómo Nolan cerraba su trilogía.





El caso de Holmes es sintomático del mundo extrañamente violento en el que vivimos. Aparentemente un estudiante prometedor e introvertido, quizás demasiado, pero en un sistema que permite hacerse con mucha facilidad con gran cantidad de munición y no despertar sospechas. Poco alentador para el espíritu, pero recomendable para recordar que hay cosas más serias incluso que la palabrita crisis que es omnipresente en todo medio de comunicación, son la serie de perfiles que algunos periódicos incluyen de las víctimas, gente con su vida, familia y expectativas que simplemente decidieron desconectar un rato de todo viendo las venturas y desventuras de la creación de Bob Kane, hace ya tanto tiempo (aunque muchos insisten, con razón, que sin la figura del guionista Bill Finger, el universo de Gotham hubiera sido mucho menos especial).





El caso de este muchacho, clara y gravemente enfermo, ha sido un jarro de agua fría y que, aunque no apetecía, en el blog de Amarcord debía señalarse antes de comenzar con ninguna otra valoración sobre este renacer de leyenda que, sin duda, va a ser una de las obras cinematográficas más comentadas en blogs, prensa y televisión. Crucemos los dedos porque no tengamos que volver a escuchar sucesos semejantes y que mejoren nuestros mecanismos para detectar este tipo de personalidades antes de que se terminen convirtiendo en peligrosas para ellos mismos y los demás.





Al margen de este triste eco que seguirá resonando, la valoración del epílogo de este exitoso triunvirato de reflexiones sobre "El Murciélago" (junto con Superman, el gran mito de la potente editorial de cómics DC), ha dejado muchas cosas en el tintero, dignas de resaltarse. Con la única excepción de Katie Holmes, el reparto original (salvo las lógicas ausencias) se ha mantenido firme. Lo cual equivale a hablar de primeras espadas como Morgan Freeman, Michael Caine, Gary Oldman... En definitiva, estupendos intérpretes que serían protagonistas de muchas otras historias y que prestan su servicio al proyecto, en ocasiones con un par de diálogos... pero qué bien los hacen.




Esta tarea no habrá tenido que ser tan sencilla. Contar con tantos All Stars, puede traer aparejada relajación y pensar que a fin de cuentas son magníficos intérpretes que pueden ir con el freno de mano echado para una "peli de súper-héroes". No es así en lo absoluto, y tanto Lucius Fox, como Jim Gordon o, muy especialmente en este end of the saga que dirian los Leguineche, Alfred, son presencias importantísimas en el entorno de un Bruce Wayne que hace ocho años convirtió su creación en una leyenda que murió una oscura noche donde falleció Harvey Dent.




Y es que con la posible excepción de "La máscara del fantasma", rara vez se ha profundizado tanto en la figura de Wayne, haciéndose algo más que la simple identidad civil del justiciero. Christian Bale tiene buena parte de la culpa de eso, sus primeras escenas ya advierten que la ilusión del origen de "Batman begins" ha ido desapareciendo con las pérdidas sufridas y que Peter Pan hace mucho tiempo lanzó al mar su espada de madera. Ya en "American Psycho" (2000), película irregular y con aristas, pero donde él ya estaba muy bien en su rol, Bale había demostrado su capacidad de encarnar tipos de doble vida, aquí, firma la que probablemente sea su última encarnación del binomio máscara-multimillonario atormentado, de una manera excelente.
A pesar de que su elevado metraje no se hace nada largo, casi desde la primera secuencia, uno nota la ausencia del carismático personaje del Joker, especialmente debido al maravilloso trabajo precedente de Ledger. Incluso uno piensa que hay determinadas cosas que pasan donde los hermanos Nolan bien podrían haber tenido pensado volver a utilizar al payaso. Tom Hardy (irreconocible a través de la máscara) encarna con solvencia a un Bane mitad brutal, otro tanto maquiavélico agitador de una ciudad desangrada, pero el mal anárquico encarnado en la anterior entrega parece insuperable. Un nuevo fichaje también será el de Joseph Gordon-Levitt, un joven policía que sospecha que su apreciado comisario (impecable Gary Oldman, como no podía ser de otra manera) no es sincero con lo que pasó aquella aciaga jornada.




En un lado más ambiguo se sitúa la apuesta más personal del casting de Nolan, nada menos que contratar a Anne Hathaway para ejercer de Selina Kyle, o si lo prefieren, Catwoman, aunque en su apuesta por el realismo, salvo algún titular de prensa, no la llamarán así en ningún momento. Sin ánimo de ofender, pasar de "Princesa por sorpresa" a ejercer de una de las anti-heroínas por excelencia de las viñetas, parecía un giro de tuerca excesivo. No es así para nada, Hathaway le da un toque excéntrico y de desayuno con diamantes a Selina que le sienta fenomenal y resulta una agradable paradoja su supuesta indefensión exterior con los muchos recursos que esconde. En el otro rol femenino destacado, la incorporación de Marion Cotillard en esta tercera parte, va ganando en fuerza por momentos.





Para los amantes de las bandas sonoras, decirles que respiren tranquilos, la Warner Bros no es ninguna ingenua y no le gusta perder dinero, así que Hans Zimmer recupera la batuta y vuelve a sacar solvencia a su magnífica intuición para aunar efectividad, calidad y comercialidad en sus temas, pegadizos y siempre fortaleciendo las escenas que le tocan en suerte. No sería un mal regalo navideño tres discos con todos los temas utilizados. Teniendo en cuenta que hay momentos más inverosímiles y más agujeros que en las dos precedentes, la banda sonora le sube puntos al examen de Nolan y los suyos.


Y es que aún somos bastantes los que no terminamos de cogerle la tecla a estas atractivas propuestas de un director singular. Que tiene originalidad está claro ("Memento"), o que sabe hacer tramas absolutamente y deliciosamente tramposas ("El truco final")... incluso cuando se estrella, el pecado es más por ambición que volar bajo "Origen". Esa cierta pretenciosidad (que no enmascara muchas virtudes) hace que algo no termine de convencer en este broche de oro para la que ha sido, bajo mi humilde juicio, lo mejor que veremos en mucho tiempo del gothamita.






Bajo la intelectualidad con la que a veces quiere enmarcarlo todo, no escapan las americanadas de turno y ciertos momentos muy previsibles, aunque todo termina valiendo para llegar a momentos efectistas pero que suponen un verdadero homenaje a décadas y décadas con Batman, un personaje que cautivó y seguirá haciéndolo a generaciones de lectores y espectadores. Aunque esta película me ha pillado un poco más sereno que la expectación de fan con Begins y El Caballero Oscuro...





Tal vez llega un momento, que nos gusta ver a los viejos guerreros descansando en una elegante cafetería de Florencia, con una compañía muy agradable...





Con todo, chapeau ante el que sin duda ha sido un trabajo de artesano con mucha vista. 

domingo, 22 de julio de 2012

ABRIENDO LA CAJA DE PANDORA: CRÓNICAS MARCIANAS

Tuvieron algo en común. Cada grupo, en su tiempo, fueron la jeunesse, una jeunesse dorée, la promesa de refinamiento, de algo más. Cicerón hablaba como nadie en banquetes orquestados por  Lúculo, anfitrión de exquisito gusto, mientras Sempronia Tuditania sorprendía a todos por su encanto, talento musical y dotes artísticas. ¿Quién hubiera pensado que aquellos patricios y plebeyos prominentes eran la antesala de muchas guerras civiles y descontrol con ellos como protagonistas? Probablemente, unos pocos, quizás alguno de esos agudos observadores hubieran pensado que el Versalles de Luis XIV no tapaba las manchas del alzamiento de los precios de pan y la miseria de unas calles de olor a pescado, como magníficamente se refleja en "El perfume".





Por mucho que el tópico se haya asentado, a veces olvidamos que los bárbaros no siempre son los responsables del saqueo y el destrozo, la profanación del templo. A veces, la curiosidad, la inteligencia y la imaginación, cualidades que en muchos casos son admirables, pueden terminar siendo el deseo irrefrenable  de Pandora de abrir la caja de los truenos.





Si alguien hubiera pronosticado que un talentoso presentador, Javier Sardá, que había comenzado destacando en la radio, iba a ser uno de los hacedores del tipo de programa televisivo que hoy tanto abunda, hubiera sido difícil de imaginar. De un modo único, "Crónicas Marcianas" serviría para explicar muchas cosas que han pasado en la caja que a todos nos congrega 365 días al año en algún momento u otro. Que no es poco. 



Por supuesto, no hacemos referencia a los relatos de Ray Bradbury, sino a un programa que entre 1997 y 2005 fue un verdadero fenómeno de audiencia en share nocturno y, no tiene porque ser elogioso esto último, reflejo por donde se estaba moviendo el gusto mayoritario. En el ciclo darwiniano de la vida, si el show comenzó para intentar crear competencia a Pepe Navarro hasta aprovechar el ocaso del programa de este último, en cierta medida, el final de estas crónicas extra-terrestres, coincidió con el surgimiento de Andreu Buenafuente y su equipo del Terrat. Así que estemos muy atentos con el que le quite la cuchara a los Berto y cía.



No sería justo el caer en la crítica fácil desde el minuto uno. En ocasiones, ahora que el tiempo ya ha pasado, pareciera que olvidásemos que ahí hubo talento y, en muchos casos, no en pocas cantidades. Más allá de su heterodoxia y sus hiperbólicas maneras casi (¿por qué narices pongo casi?) de Boriz Izaguirre, uno de los colaboradores y tertulianos, se escondía una persona culta y un escritor con capacidad de reflexión. Carlos Latre, por su lado, uno de los descubrimientos de Crónicas, es uno de los mejores imitadores que han surgido en los últimos años en el país.



Con un humor blando pero ingenioso en un principio, con entrevistas a personajes de rabiosa actualidad, el espacio de Tele 5 fue ganándose un hueco claro, a medida que Sardá consagraba su popularidad y algunos de sus ayudantes alcanzaban también una importante dosis de protagonismo. Fue a partir del año 2000 cuando surgió el verdadero punto de inflexión, la llegada a la cadena de reality-shows como Gran Hermano, que alcanzaron gran popularidad y superaron las más alocadas expectativas de Orwell en cuanto a forzar la dignidad humana y que dejaba a la neolengua a la altura de Shakespeare.

La jugada de Sardá y su equipo no pudo salir mejor, en aquel Circo, supieron traer a los gladiadores y las fieras que el público ansiaba. En aquellas tareas de scouting sobresalía Javier Cárdenas, quien pareció especializarse en la caza de freaks. Freak, que es una palabra que suele salir en este blog y en una connotación positiva, un poco de broma pero siempre bajo el tamiz del cariño y la originalidad, en este caso está más enfocado al de la creación de un personaje televisivo, sin oficio ni beneficio conocido pero que alcanza gran popularidad.





Fue el inicio de una oleada, no podríamos imaginar a las Esteban, Matamoros, Pocholos y compañía como tales sin lo que se inició en aquellas crónicas que fueron desligándose cada vez más de sus objetivos de inicio. También surgieron las primeras polémicas y críticas contra la utilización de algunas de esas personas, ya que la excentricidad no ha sido nunca excusa para hacer burlas descaradas y que llegó a tener ejemplos de triste recuerdo.



Ocasionalmente, había algún leve atisbo, en ocasiones de algún incidente importante o noticia seria, el programa incluso se transformaba por unos minutos en algo inquisitivo, ingenioso y serio, porque el talento siempre estuvo allí, aunque, en la gran mayoría de los episodios, no sé si en la causa equivocada (no nos pongamos tan moralistas), pero sí en la ante-sala de lo que iba a llegar...




Siendo ya un recuerdo e historia de nuestra televisión, pareciera que aquella mezcla de palacio finamente ornamentado pero regentado por Calígula, hubiera desaparecido de la memoria, como si su brutal popularidad no hubiera sido garantía suficiente para pervivir en el recuerdo con agrado. El propio Sardá, que ganó importantes rivalidades durante el mismo (incluyendo algún momento memorable como pedir de rodillas el no voto a un partido político), a pesar de seguir en algún experimento, nunca ha vuelto a gozar de una oportunidad de estar tan arriba en la palestra...



Y es que, por mucho dinero y audiencia que pueda dar, la caja siempre se termina rebelando...


domingo, 8 de julio de 2012

YO ME BAJO EN ATOCHA


 Existen pocas metáforas más elocuentes de este agridulce sinsentido de la vida, que los trenes. Ustedes mismos lo pueden juzgar, pensemos en como magisterios de tan distinta formación como Alfred Hitchcock, Agatha Christie o las letras de Sabina, han usado esa sensación de viaje y estaciones de paso para narrar con elocuencia lo fugaz de todo. Efectivamente, hay maneras más alegres de comenzar un domingo, no lo dudemos, pero permitan ustedes cierta nostalgia al hablar de un cómic especial, "Arrugas", de Paco Roca.





Este artista a quien ya mencionamos haría unos meses en este mismo blog, para hablar acerca de esa pequeña (gran) joya que es "El invierno del dibujante", parece haberle cogido el pulso a una técnica que es muy difícil. Nada de súper-poderes en las viñetas, tampoco épica de brujería y armas mágicas, simplemente mucho nervio y una empatía cariñosa y veraz para los problemas a pie de calle. Hacer una historia como ésta basándose en sucesos tan aparentemente cotidianos, refleja una espléndida audacia y mucho savoir faire.






Como no es cuestión de castigar a los escasos (pero siempre admirables y a los que estoy muy agradecido) intrépidos que leen "Amarcord" con spoilers y repetitivos resúmenes del argumento, decirles que Emilio se ha jubilado y sus familiares ya no pueden mantenerle porque está empezando a perder la cabeza paulatinamente y deciden ingresarlo en una residencia. En la historia, Roca lo llama Emilio, pero a pocas manzanas de distancia de la nuestra, me temo, algo parecido habrá pasado hace relativamente poco.
 Se inicia así un proceso largo pero inexorable hacia un nuevo modo de vida, ante el que nuestro protagonista no está acostumbrado, así como el terrible espectro de la soledad. Conforme vaya conociendo a los internos, especialmente a su compañero de habitación, el argentino Miguel, Emilio irá comprendiendo que las reglas de su vida han cambiado y que, como cuando éramos niños y empezábamos en la guardería, hemos dejado el rol de reyes de nuestra casa y nos vemos obligados a ponernos delante del toro y comenzar algo diferente.





Con una sensibilidad digna de José Campanella (ese maravilloso director argentino que, bajo mi modesto prisma, ha sido quien mejor ha tratado una enfermedad tan espinosa como el Alzheimer en el cine), Roca cuenta sin paños calientes un tema doloroso, no renunciando al factor humano y un potente discurso esperanzador a través de algunos pilares (la amistad, el espíritu de supervivencia, el amor...) que no le hacen caer en la moralina o el efectismo.





Hay momentos en "Arrugas", que parecen impregnados de los mejore episodios de las primeras temporadas de "Los Simpson", cuando la familia amarilla de cuatro dedos parecía capaz de meterse hasta en las entrañas del sistema, reírse de él y encima hacerlo con cariño y abriéndole una rendija a la ilusión.
Para aquellas personas que estén interesadas en el cómic, no dejar de recomendarles la estupenda adaptación a la gran pantalla, hecha de forma muy digna y en una de las mejores piezas de animación que últimamente se han hecho en España.




Si hoy leen "Arrugas", al principio arquearán la ceja, hay formas más agradables de pasar un domingo, pero quizás, si tiran del hilo, se encontrarán cada vez más prendados de estos niños grandes, injustos desheredados de su Arcadia feliz. En fin, como siempre, comparen y juzguen si encuentran algo mejor.




Ahora, si lo permiten, yo me bajo en Atocha... hasta la semana que viene.

domingo, 1 de julio de 2012

EL PARPADEO DE LOS DIOSES


"Vivimos obsesionados por la inmensidad de lo eterno. Por eso  nos preguntamos, ¿tendrán eco nuestros actos con el devenir de los siglos? ¿Recordarán nuestro nombre los que no nos conocieron cuando ya no estemos? ¿Se preguntarán quiénes éramos? ¿La valentía que presentamos en la batalla y lo apasionados que fuimos en el amor?". Con estas palabras se inicia la adaptación (hollywoodiense y particular) de "La Ilíada" de Homero, dirigida por Wolfgang Petersen. 




Las hemos seleccionado para esta entrada dominical, porque, a su manera, muestra muy bien la esencia de uno de los grandes clásicos literarios de todos los tiempos. Puede que no sepamos mucho de Homero (ni siquiera si existió tal y como lo imaginamos, un bardo ciego que custodió el recuerdo de algunos de los hombres y mujeres más afamados de su tiempo), pero nombres como Príamo, Aquiles, Helena, Hécuba, Héctor o Áyax, se han perpetuado a lo largo de los siglos, encontrando siempre generaciones de lectores, una trama épica que parece no sufrir los devastadores efectos de la crueldad de Cronos.



Más allá de los debates bizantinos de los especialistas acerca de la recogida por escrita de antiguas fuentes orales que narraron uno de los acontecimientos que hicieron estremecerse al Egeo, la caída de Troya, la ciudad de las murallas que obsesionó en una búsqueda, versos en manos, del erudito Heinrich Schliemann. Aunque hoy la arqueología ha demostrado que hubo varias Troyas y diversas guerras alrededor de ella (probablemente más vinculadas al comercio del bronce y las rutas a Asia Menor que con el hermosísimo rostro de Helena), para siempre, la esencia de la fortificada Ilión , se hallará en los más de cincuenta días que Homero decidió narrar, poniendo su propio talento para mitificar algo que ya estaba en la imagen de la cultura helena, pero que, tras él, pasó a ser universal.


Igual que sucede con Shakespeare, aunque las traducciones a lenguas de todo el mundo han quitado muchas de las rimas del original (algo lógico, teniendo en cuenta que la capacidad memorística era muy apreciada en el Período Clásico y ese tipo de versos eran pistas para saber recitarse con más facilidad), parece que no hay idioma (aunque también hay que darle mérito a generaciones de traductores) que no se impregne de la belleza del principal cimiento de los relatos épicos. 




Con todo, un aviso a navegantes sería necesario, porque tanto hablar de épica, guerra y lucha, podría dar una imagen desvirtuada de la verdadera grandeza de este canto. Existen pocos testimonios más cruentos y terribles de la contienda que la narración de Homero. Los choques entre aqueos y teucros son una sucesión de carnicerías, lamentos y maldiciones, hay crueldad, codicia y miseria, todo orquestado por unos dioses egoístas que en sus maquinaciones y envidias mutuas, juegan con la desgracia de dos pueblos.




Ninguna lectura de "La Ilíada" podría terminar con la conclusión de que es una alabanza a las virtudes marciales o la pericia griega por conquistar y saquear la mítica ciudad de los priámidas. Homero muestra las mismas críticas y simpatías a un bando que otro, solazándose con el dolor de los prisioneros de guerra, especialmente las cautivas. Mientras que no muestra ningún rubor en poner a Ares huyendo por recibir una herida, incluso en los momentos más miserables de los luchadores humanos, siempre se caracteriza por una empatía increíble por cada uno de ellos.

A pesar de que el primer canto se inicia con la pretensión de narrar la cólera del más temible guerrero de los aqueos, Aquiles, hijo de Peleo, líder de los mirmidones y con habilidades casi divinas, tras perder su botín de guerra ante su caudillo, Agamenón, soberano de Micenas y rey de reyes. En ese festín de cuervos, el Pélida de pies ligeros, renuncia a combatir y a sacar a sus mirmidones, aunque eso costará mil maldiciones a sus aliados, acosados por los troyanos. 




Este acto de egoísmo para iniciar una narración heroica, es solamente uno de los muchos juegos que parece esconder hasta sus adentros una sucesión de debilidades humanas, que sin embargo, parecen siempre más conmovedoras que la crueldad de unas deidades (Zeus, Atenea, Poseidón, Afrodita...) que precisamente en su inmortalidad parecen haber perdido la capacidad de conmover. Las rencillas personales olímpicas siempre palidecerán ante la conversación mantenida por Héctor y Andrómaca, antes de que el príncipe teucro salga al campo de batalla.




Una contienda que por otra parte tiene un pretexto absurdo, como siempre parece acontecer, habrá armas de destrucción masiva invisibles, aunque por lo menos en aquellos días era el agradable rostro de la reina de Esparta, Helena, cuya fuga con Paris El Troyano supone la razón de ser (en el poema) de la alianza del ultrajado marido (Menelao), con su hermano Agamenón y muchos otros soberanos de su tierra (otro acierto de Homero es introducir el concepto de actor secundario de lujo, así tenemos a Ulises, el fecundo en ardides y engaños, quien sería el protagonista de "la secuela" de "La Odisea").

Obra coral y extraña que no parece haber perdido ni un ápice de su capacidad de fascinar, generadora de múltiples versiones y, por supuesto, también con sus aristas. Roy Thomas, afamado guionista de Marvel y verdadero devoto de Homero, ha escrito alguna aguda crítica afirmando que incluso El Ciego se permite alguna cabezada y hay algunas pequeñas incoherencias en la narración (incluso algunos han especulado con que la autoría del poema sea múltiple, aunque bien es verdad que parece haber un tono general que delara la misma mano maestra), o ciertos mecanismos en sus diálogos (pensados para ser cantados y recitados, no lo olvidemos) que pueden resultar atávicos y reiterativos para la lectura actual.





No obstante, su legado siempre parece capaz de sobrevivir, no se puede entender la figura de Alejandro Magno y su relación con Hefestión sin comprender antes la de Patroclo y Aquiles. Asimismo, Héctor queda como la encarnación de un ideal, un héroe perfectamente imperfecto, no cuesta nada ver rasgos del domador de caballos en Ned Stark, sin irnos más lejos de Poniente. Por eso, y Andrómaca, los lamentos de Hécuba (las mujeres son las que siempre recuerdan y comprenden), la nobleza primitiva de Áyax, junto con la espectacular petición de Príamo, una de las joyas más resplandecientes del poema.




Una leyenda de miedos y tinieblas, pero, ¿acaso no es ahí el único lugar desde donde puede surgir la verdadera fuerza y la pureza, alejada del brillo autocomplaciente de los caprichosos dioses que no dejan de envidiar a aquellos que deben consumir la vida en lo que para ellos es un parpadeo?