domingo, 8 de julio de 2012

YO ME BAJO EN ATOCHA


 Existen pocas metáforas más elocuentes de este agridulce sinsentido de la vida, que los trenes. Ustedes mismos lo pueden juzgar, pensemos en como magisterios de tan distinta formación como Alfred Hitchcock, Agatha Christie o las letras de Sabina, han usado esa sensación de viaje y estaciones de paso para narrar con elocuencia lo fugaz de todo. Efectivamente, hay maneras más alegres de comenzar un domingo, no lo dudemos, pero permitan ustedes cierta nostalgia al hablar de un cómic especial, "Arrugas", de Paco Roca.





Este artista a quien ya mencionamos haría unos meses en este mismo blog, para hablar acerca de esa pequeña (gran) joya que es "El invierno del dibujante", parece haberle cogido el pulso a una técnica que es muy difícil. Nada de súper-poderes en las viñetas, tampoco épica de brujería y armas mágicas, simplemente mucho nervio y una empatía cariñosa y veraz para los problemas a pie de calle. Hacer una historia como ésta basándose en sucesos tan aparentemente cotidianos, refleja una espléndida audacia y mucho savoir faire.






Como no es cuestión de castigar a los escasos (pero siempre admirables y a los que estoy muy agradecido) intrépidos que leen "Amarcord" con spoilers y repetitivos resúmenes del argumento, decirles que Emilio se ha jubilado y sus familiares ya no pueden mantenerle porque está empezando a perder la cabeza paulatinamente y deciden ingresarlo en una residencia. En la historia, Roca lo llama Emilio, pero a pocas manzanas de distancia de la nuestra, me temo, algo parecido habrá pasado hace relativamente poco.
 Se inicia así un proceso largo pero inexorable hacia un nuevo modo de vida, ante el que nuestro protagonista no está acostumbrado, así como el terrible espectro de la soledad. Conforme vaya conociendo a los internos, especialmente a su compañero de habitación, el argentino Miguel, Emilio irá comprendiendo que las reglas de su vida han cambiado y que, como cuando éramos niños y empezábamos en la guardería, hemos dejado el rol de reyes de nuestra casa y nos vemos obligados a ponernos delante del toro y comenzar algo diferente.





Con una sensibilidad digna de José Campanella (ese maravilloso director argentino que, bajo mi modesto prisma, ha sido quien mejor ha tratado una enfermedad tan espinosa como el Alzheimer en el cine), Roca cuenta sin paños calientes un tema doloroso, no renunciando al factor humano y un potente discurso esperanzador a través de algunos pilares (la amistad, el espíritu de supervivencia, el amor...) que no le hacen caer en la moralina o el efectismo.





Hay momentos en "Arrugas", que parecen impregnados de los mejore episodios de las primeras temporadas de "Los Simpson", cuando la familia amarilla de cuatro dedos parecía capaz de meterse hasta en las entrañas del sistema, reírse de él y encima hacerlo con cariño y abriéndole una rendija a la ilusión.
Para aquellas personas que estén interesadas en el cómic, no dejar de recomendarles la estupenda adaptación a la gran pantalla, hecha de forma muy digna y en una de las mejores piezas de animación que últimamente se han hecho en España.




Si hoy leen "Arrugas", al principio arquearán la ceja, hay formas más agradables de pasar un domingo, pero quizás, si tiran del hilo, se encontrarán cada vez más prendados de estos niños grandes, injustos desheredados de su Arcadia feliz. En fin, como siempre, comparen y juzguen si encuentran algo mejor.




Ahora, si lo permiten, yo me bajo en Atocha... hasta la semana que viene.

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