domingo, 4 de enero de 2015

BUSCANDO LA VERDAD


Romper los moldes, crear un nuevo estilo, aunque habrá una vuelta a las raíces cuando la ocasión lo requiera. El asombroso acogimiento de crítica a la serie True Detective es otra muesca más para el revólver de la HBO, la cual parece seguir empeñada en encontrar gallinas de los huevos de oro por doquier, con el añadido de que le dan cinco tenedores en casi todas las guías gastronómicas. ¿Qué puede explicar la acogida tan encendida que han tenido las andanzas de los investigadores Rust Cohle y Martin Hart? 



La fórmula no es nada original, de hecho, es totalmente clásica. Pareja de detectives con personalidades contrapuestas, el hombre casado con problemas en casa y el lobo solitario que esconde una personalidad compleja y mucha tristeza acumulada. A pesar de ello, los adictivos primeros episodios de este show se ven con un gesto boquiabierto. Y es que los diálogos de ambos protagonistas están muy bien hechos, desde esos primeros viajes en coche por un distrito perdido del sur de los Estados Unidos. 



Matthew McConaughey y Woody Harrelson ponen todo su oficio y capacidad para empatizar con el público, haciendo una labor actoral tremenda, mientras que el argumento sigue un parámetro archi-conocido, pero muy eficaz. Los dos colegas se había distanciado tras un caso muy complicado, pero, ¿realmente está resuelta su relación y el crimen que dejaron con muchos claros-oscuros? Desde luego que no, aunque habrán de excavar en los pozos de su memoria para recordar todos los pequeños detalles de una serie de asesinatos en serie macabros, muy alejados de todo lo que había visto antes. 


Una de las pocas carencias de las que se acusa a esta primera temporada es su falta de indagación en los personajes femeninos. Sí y no. Resulta indudable que la pareja protagonista masculina copa el rol de narradores, algo que hace que las mujeres que les rodeen queden reducidas a márgenes más secundarios. Sin embargo, me gustaría aquí hacer sobresalir a Michelle Monaghan, quien reviste de mucho más de lo que parece a la esposa de Martin; personalidad complicada y muy observadora, tanto en lo referente a su esposo como a sus hijas, Nick Pizzolatto, responsable del laberíntico guión, la destaca como la más la persona con más capacidad de empatía de todo este crisol de angustiosas personalidades. 



Se la advierte mucho mejor en las re-visitaciones. Pero eso lo podríamos decir de casi todo lo que envuelve a esta historia, aparentemente un relato negro más, pero con una riqueza inimaginable a simple vista. Pizzolatto bebe de algunos de los rincones más oscuros de la literatura más propia del género, con una especial mención a Lovecraft. Un mundo cotidiano que esconde aberraciones en las granjas más alejadas, quedando el enigmático nombre de Rey Amarillo como todo un homenaje al misterio.  




Una oscuridad que recuerda a Sed de mal, en cuanto nadie parece estar a salvo de la corrupción y la maldad que parece anidar en las cosas más simples, incluso en los juegos infantiles. El estado de Luisiana ofrece un decorado natural que resulta impagable en los progresos y retrocesos de un quién es quién donde hay que volver atrás sobre nuestros pasos para no vernos tan perplejos como los propios integrantes de esta tela de araña. 


Rosario de referencias a la religión y muchos elementos de la cultura contemporánea, Cary Fukunaga y Pizzolatto dirigen con mano maestra lo que puede ser la primera parte de un tablero aún por montar (se ha confirmado que la segunda temporada será con una pareja investigadora diferente y un misterio, aparentemente, sin conexión directa con la anterior). Sirva como ejemplo la utilización de canciones como Young Men Dead al final de uno de los episodios (por no hablar de The Handsome Family de T. Bone Burnett). 




Estos primeros ocho episodios han supuesto una auténtica revolución, una de las más gratas sorpresas posibles en el panorama televisivo que se recuerdan. Merece la pena hacer el desembolso en un DVD o dos para volver a disfrutar de este pequeño gran teatro de los horrores y las parcelas más oscuras que podemos concebir. 



Robert W. Chambers había comenzado el sendero amarillo, ahora nos toca a nosotros proseguirlo... es decir, si nos atrevemos a ello. 

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