domingo, 22 de noviembre de 2015

CUANDO CAMELOT SE DERRUMBÓ


Fue un sueño. Un momento irreal ocurrido durante menos de una legislatura y que tuvo dos crónicas. La primera corresponde a una leyenda dorada, un joven rey Arturo en la Casa Blanca llamado JFK, acompañado de un equipo que iba a revolucionar la sociedad norteamericana durante los años de Guerra Fría, lucha por los derechos sociales y pugna por el papel de ser la gran superpotencia en el mundo. Desde su trágico asesinato en Dallas, raro es el año en que los Estados Unidos no asisten a la publicación de un nuevo libro que trata de explicar la verdad tras el magnicidio, o, con tono más frívolo, sacan a relucir os affaires fuera del matrimonio de que fuera el presidente norteamericano más joven (y también, el pionero en introducir a un católico en el despacho oval). Eso último correspondería a la segunda crónica, a la de los escándalos y rumores sobre un icono que ocultaba su lado más oscuro. 



Durante el año de 2011, se anunció a una mini-serie que volvería a traer a la palestra, no solamente al personaje, sino a su núcleo familiar, aquella saga de raíces irlandesas y que se convirtió en uno de los mejores exponentes del sueño americano... y sus riesgos. El reparto ya invitaba a pensar en algo serio (un actor sólido, Greg Kinnear, como el presidente, Katie Holmes personificando la elegancia de Jacqueline Kennedy, Barry Pepper imbuido del sucesor de JFK, su hermano Bobby, etc.). Entre la nómina, resaltar una elección muy acertada, la de un intérprete de muchas tablas, Tom Wilkinson, quien recibía la misión nada fácil de ponerse como el maestro de ceremonias, es decir, Joseph Kennedy, el gran patriarca del clan. 



Wilkinson es un actor más que notable y que dota de toda su fuerza a Joseph, la figura detrás de los focos de esta historia glamourosa. Astuto y avispado inversor en Wall Street, como en el primer episodio de la serie se muestra, tuvo momentos controvertidos en su calidad de embajador estadounidense,, llegando a ser un firme defensor de la no intervención contra la Alemania nazi. Para algunos, un ejemplo de inteligente hombre de negocios, perfecto exponente del modelo capitalista y que desarrolló una meditada planificación para dotar de poder político a sus hijos. Para otros, un ambicioso depredador de Bolsa sin escrúpulos, codicioso hasta el extremo de su autoridad que lo llevó a manejar a su linaje para obtener sus sueños Tal vez, fuera ambas cosas, y el show logra transmitir esa ambivalencia. 



Jon Cassar dirige en esa búsqueda de extraña alquimia durante esta mini-serie, la cual puede disgustar por igual a panegiristas y detractores. Eso ya es un buen síntoma. El guión confeccionado por Stephen Kronish y Joel Surnow no esconde el fracaso de la operación de Bahía Cochinos (verdadero desastre organizativo y de intromisión de los USA en la isla cubana), si bien tampoco se profundiza del todo en él. Tampoco se privan de presentar a JFK con enfermedades y achaques, si bien Kinnear exhibe asimismo en pantalla el carisma que el dirigente tuvo en jornadas tan recordadas hoy como su discurso en Berlín. 



Siempre he pensado que igual que acontece con dinastías como los Julio-Claudios o los Borgias, todos tenemos una imagen legendaria y morbosa de estos clanes tan poderosos. No obstante, al igual que ocurre con los Kennedy, lo sorprendente saber es que la realidad fue mucho más compleja y, por ende, todavía más interesante. Las conexiones del patriarca (aunque se exculpa a los hijos en esta versión de cualquier conocimiento del asunto) para que la mafia apoyase la candidatura de su hijo en Chicago, justo cuando allí parecía que iba a ganar Nixon (a propósito, el primer cara a cara entre ambos televisado cambiaría para siempre las campañas electorales, como bien destacan series de la categoría de Mad Men) no son escamoteadas, así como algún perturbador flashback relativo a Rosemary Kennedy (en esos compases destaca mucho la actuación de Diana Hardcastle). 



Un complejo rompe-cabezas que es inabarcable para un producto de estas características, a pesar de unos conseguidos (aunque, a veces, excesivos) viajes al pasado en la narración. Hay patas de la mesa que quedan sumamente cojas, como el célebre, para los tabloides, festejo de cumpleaños que la mítica Marilyn Monroe dedicó a su presidente (vamos, que en la mini-serie se despacha todo en 10 minutos contados, transmitiendo esa sensación de premura que lo salpica todo). 



A fin de cuentas, no se puede obviar que este proyecto comenzó con unas miras más modestas, fruto del interés del History Channel en volver a poner en la pequeña pantalla a uno de los rostros más representativos de un período crucial en un país durante unos años decisivos y controvertidos. Siempre hay un JFK para ser presentado con otro prisma. No es lo mismo el Kennedy que presenta Oliver Stone que la visión bajo la óptica de Jacqueline en el documental firmado por Patrick Jeudy en 2003. Según la ideología, los archivos de los que se dispusieron y varios otros factores, el moderno Arturo y su prolífico linaje han sido expuestos de una forma u otra. 



Estos 8 episodios no van a cambiar dicha percepción. No obstante, la calidad de sus intérpretes, buenos diálogos y correcta ambientación, nos permiten explorar rincones menos conocidos que ayudarán a que tengamos más pinceladas de dicho cuadro. A nivel dramático, es cierto que la serie va cogiendo progresivamente más y más fuerza, tras un inicio más lento, que parece buscar auto-convencerse a ella misma y al espectador de que está recreando esa atmósfera. 



Posibles defectos al margen, no deja ser una gran oportunidad de ver el paso de la adolescencia a la adulta de un país que tuvo un amargo despertar cuando los muros indestructibles de Camelot se derrumbaron. Desde entonces, para bien y para mal, JFK se convertiría en el símbolo de una generación y modo de ver las cosas. Llegaría entonces el momento de la presidencia de su antiguo rival, Richard Nixon. Tampoco saldrían igual los estadounidenses de aquel mandato controvertido, salpicado de política exterior tensa y cuestionable, así como el cierre final de espionaje del Watergate. Pero eso es ya otra historia y habremos de esperar para contarla otro día... 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 










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