domingo, 30 de octubre de 2016

LLEGAN LOS DEMONIOS: SEGUNDA TEMPORADA DE DAREDEVIL


Hace apenas cuatro semanas analizábamos en este blog la alianza de Netflix con la Cocina del Infierno (enlace). Hoy, nos ocupamos de la segunda temporada de la exitosa Daredevil, ese programa que había demostrado que no era incompatible el mundo de justicieros dando brincos por las azoteas con series de calidad. Sin embargo, cuando todo estaba encajado, la siguiente entrega de las desventuras de Matt Murdock son una clara apuesta de Phil Abraham y cía por darle un toque más superheroico a la premisa, sumergiéndose ya de lleno en la esencia de las viñetas, particularmente en los años al frente de la colección por parte de Frank Miller. 



Se produce un cierto oscurecimiento de las primeras adversidades del héroe (mafia rusa, hombres de negocios corruptos, etc.) para dar un salto que, pese a ello, resulta totalmente lógico. La figura de ese demonio que corrige desaguisados con sus propios puños no dejaría de ser inquietante en el New York real. A fin de cuentas, ¿qué garantiza que Daredevil siempre acierte? ¿No puede ser engañado por un falso soplón y agredir a alguien inocente? Es cierto que tiene un firme código de no ser nunca verdugo, pero, ¿quién ha decidido que una persona anónima pueda tomar la justicia por su mano? Habida cuenta de que míster Murdock es un exitoso abogado en su vida civil, queda claro que tiene un principio inequívoco de bipolaridad. 



Lo que es peor es el efecto dominó de sus actos. El protagonista surge para combatir aquellas amenazas que por corrupción escapan a las manos de las autoridades. ¿Cuánto falta para que otra persona decida que el propio "Cuernecitos" no es eficaz y que debe darse un paso más para combatir el crimen organizado? La respuesta es inmediata en el show, pues la segunda parte comienza con Frank Castle/Punisher en todo su esplendor. Jon Bernthal va de menos a más como el despiadado cazador de los delincuentes, hasta el punto de que ha conseguido un spin off que volverá a recordarnos que la segunda enmienda y la facilidad de conseguir armas en los Estados Unidos están a la espera del primer desequilibrado que decida ponerse manos a la obra. El duelo de códigos entre El Castigador y Daredevil es la primera gran saga de la exitosa continuación, incluyendo un sentido homenaje a Steve Dillon, por mala fortuna, fallecido hace apenas unos días.

  

Una intensa dualidad que el programa logra compensar con una trama romántica bien llevada y que no empalaga, la mantenida por el interés creciente que Matt Murdock y Karen Page empiezan a sentir el uno por el otro. Destaca aquí la ternura que Charlie Cox sabe darle a la identidad civil del héroe, mientras que Deborah Ann Woll está paulatinamente más cómoda con la señorita Page, en el momento justo para hacerla evolucionar. Un incipiente romance que solamente podría verse amenazada por un viejo dicho, los ex se caracterizan por aparecer en el momento más inoportuno. En este caso, la persona en cuestión tiene pasaporte griego. 



Floria Sigismondi dirige "Kinbaku", capítulo muy especial donde Elektra Natchios decide volver a entrar en la vida de Matt Murdock como solamente ella sabe hacerlo. Elodie Yung logra dar fuerza, sensualidad e independencia a la hábil guerrera, aunque trae un peaje consigo. Las tramas de la antigua amante del abogado ciego exigen un salto en el show que lo acerca más a las viñetas. Ninjas, asociaciones en las sombras y magia. Un cóctel maravilloso para quienes tengan nostalgia por los míticos enfrentamientos de Daredevil con La Mano en una de las etapas doradas de la colección; por otro lado, no es descabellado que quienes no conocieran el pasado del héroe y gustasen de la sensata primera temporada, se sientan incómodos ante este giro de tuerca. 



Una pérdida de verosimilitud que se ejemplifica con dos ausencias terribles. La primera es el carismático Ben Urich, el sagaz periodista cuyo hueco no puede ser llenado y generaba una fuerte empatía conlos espectadores. Por el otro, el eficaz James Wesley (Toby Leonard Moore), fiel lugarteniente de Wilson Fisk, otro personaje que, sin ninguna habilidad sobrehumana, era capaz de ser una amenaza constante. Ambos dejan paso a un mundo callejero más sobrenatural que no complacerá a todos por igual. 


Como fuere, las colosales personalidades de Punisher y Elektra garantizan que la segunda temporada de Netflix sea una inagotable montaña rusa que no permite ni un instante para recuperar el aliento. Ambos suponen épica y, cada a uno a su manera, tienen la virtud de desestabilizar buena parte de los valores del que algunos han apodado como el hombre sin miedo. En menor afluencia que en la anterior, pero siempre recibidas como aguas de mayo, las presencias de Kinping (Vincent D´Onofrio) y Claire Temple (espléndida Rosario Dawson) no son obviadas. 



Se echan en falta algunos de los exquisitos flashbacks de las infancias de Matt y Wilson, aunque sí se ahonda en los primeros años del primero, especialmente en materia de cómo tras el asesinato de Jack Batallador Murdock fue adiestrado por Stick. El cruel tutelaje del carismático personaje encarnado por Scott Glenn recuerda mucho al universo tarantiano de Kill Bill



Si de algo no adolece la línea gestada en la Cocina del Infierno en este momento es de una notable y excelente capacidad de sorpresa. ¿Cuánto tiempo pueden mantenerse tantos platos en el aire sin que ninguno se caiga? No estropeemos el truco con preguntas y sigamos confiando en que, con argumentos tan inteligentes como los empleados por Foggy Nelson, hasta un caso perdido como Frank Castle puede ser defendible. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://es.ign.com/daredevil-tv/100611/news/daredevil-nuevo-trailer-de-su-segunda-temporada



-http://www.imdb.com/title/tt3322312/mediaviewer/rm113632512



-http://www.ew.com/article/2016/04/06/daredevil-elodie-yung-elektra

domingo, 23 de octubre de 2016

EL PESO DE LA LEYENDA


Decían los antiguos que el nombre amenaza, es decir, proporciona un anticipo de lo que podemos encontrar ante la persona que lo porta. Eso acontece también con los títulos. Cualquier amante del western disimulará una sonrisa de satisfacción cuando escuché la coletilla El hombre que mató a...Matthieu Bonhomme gusta de ese género y por ello era perfectamente consciente de que esta nueva aventura de Lucky Luke iba a evocar a El hombre que mayó a Liberty Valance (1962). No obstante, tras su lectura, como público, es lícito que abramos el interrogante: ¿realmente ha desaparecido la leyenda del legendario pistolero más rápido que su propia sombra? 



En primer lugar, hay que hablar de las muy particulares circunstancias de esta aventura, El hombre que mató a Lucky Luke surge para festejar el setenta aniversario de uno de los emblemas de las viñetas, un pobre cowboy solitario que está lejos de su hogar. Admirador rendido de Morris, Bonhomme no duda en homenajear varios momentos de la etapa clásica de la colección, lo cual dará una gran satisfacción a los puristas. De hecho, se resuelven algunos misterios relativos al viejo hábito de fumar de Luke, tan políticamente incorrecto hoy en día. 



La ambientación sucede en el pueblo perdido de Froggy Town. Lugar remoto sí, pero uno de esos parajes donde se ha inoculado el virus de la fiebre del oro; eso sí, ningún rincón en los incipientes Estados Unidos es tan remoto para que no se haya oído hablar de la leyenda de Luke, el único vaquero al que temen forajidos como los hermanos Dalton o el mismísimo Billy El Niño. Igual que Wild Bill Hickok o Jesse James, el Luke que muestra Bonhomme está en la plenitud de su fama y tiene admiradores por doquier, pero también el grave riesgo de que cualquier buscador de gloria ajena intente ganarla a su costa con un disparo por la espalda en cualquier saloon de mala muerte. Quien logre acabar con él, tendrá asegurado su nombre en el recuerdo del Salvaje Oeste.  


Y este es el punto que da más atractivo a este homenaje. A lo largo de excepcionales aventuras, uno de los pocos problemas del carismático Luke y su inseparable Jolly Jumper es el aura de invulnerabilidad que les rodea. Dan igual los riesgos o los ataques, el pistolero es un héroe prácticamente infalible. Bonhomme se encarga por ello de sacar al jinete pálido de su zona más segura para volver a acariciarle con un sutil toque de miedo y duda. ¿Cómo responderían sus excepcionales reflejos ante duelos donde no tenga la certeza de salir indemne? 



Con todo, esta más que agradable lectura tiene también sus fallas. Las pistas para descubrir los posibles trucos de la premisa no son difíciles de desentrañar a poco que se preste atención. Y, aunque tenga sus compases de pausa, se echa en falta ese toque humorístico que con tanta sabiduría supo darle René Goscinny a su etapa junto a Morris. Colaboración difícil por el carácter y talento de ambos artistas, ahora que está tan de moda dar justo tributo al segundo, parece de justicia revindicar asimismo la fase del guionista con Luke, sin duda, los años más dorados del personaje y que definieron su esencia ante el imaginario popular. 



Fernando Ariel García ha dejado una de las más sagaces reseñas en castellano de este álbum, dando constancia de la inusitada libertad creativa con la que ha podido moverse el autor. Cierto es, la atmósfera es distinta, aunque también es un gran mérito que, pese a estar fuera de la cronología oficial de la serie, no desentonaría en demasía si se hubiera insertado. 


Como cabía esperar, la popularidad del caballero, pese a sus muy bien llevadas siete décadas, han aupado a este cómic a ocupar un lugar preferente en la lista de los más vendidos en la cuna franco-belga, una de las mejores escuelas para el arte de las viñetas. Simplemente por eso y haber resucitado con tanta originalidad a la leyenda, hay que darle las gracias a Bonhomme, quien, ante todo, se erige con sus lápices y guión como un declarado fan de Morris y su legado. 



En el debe, quizás, como han señalado otras críticas previamente, se echa en falta que se juegue más con la memoria de las vivencias que, a esas alturas, ya tendría Luke. Una mitología tan rica y variada (desde Calamity Jane al emperador Smith) podría haber sido propicio para un flashback o algún tributo al excelso abanico de secundarios e interesantes villanos que ha dado este singular periplo. 



Con todo, si algún día leyese esto, que no se lo tomé a mal Bonhomme. Simplemente, el blog le está dando una excusa para volver a cabalgar en el ochenta aniversario y contarnos otra historia jamás narrada de la leyenda... 



ENLACE A RESEÑAS DE INTERÉS:



-RESEÑA ANTONIO MARVAS



-BLOG OFICIAL REVISTA SONASTE MANECO: EL HOMBRE QUE MATÓ A LUCKY LUKE



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.actualidadliteratura.com/asi-lucira-el-lucky-luke-de-bonhomme/



-http://labitacorademaneco.blogspot.com.es/2016/04/lhomme-qui-tua-lucky-luke-el-regreso.html



-http://www.lacasadeel.net/2016/04/mateo-bonhomme-mata-lucky-luke-70-aniversario.html

domingo, 16 de octubre de 2016

LA MISTERIOSA OBSESIÓN: MOBY DICK


Dentro de las grandes novelas clásicas del siglo XIX, existen pocas más extrañas que Moby Dick. Juzguen ustedes mismos. El relato de Herman Melville comienza con un elocuente "Llamadme Ismael", en una presentación de resonancias bíblicas. La primera de las muchas pistas que nos llevan a pensar que esta aventura es mucho más que la caza de un esquivo y poderoso cetáceo. O quizás no. Tal vez, el escritor utilizó todas sus experiencias navegantes para narrar con todo lujo de detalles el día a día de una tripulación de balleneros. Quién sabe, puede que el capitán Ahab fuese únicamente un herido increíblemente obstinado que responsabilizó a un pobre animal de defenderse ante su ataque.



De cualquier modo, cualquier lectura es legítima, lo cual explica el poder de fascinación que sigue ejerciendo esta larga búsqueda por los océanos. Cine, televisión, cómics, etc. No pocos de ellos se han sumergido con la criatura blanca para intentar conseguir algo de su poder de atracción cara al público. Como fuere, sin negar que sea absorbente, a diferencia de otras piezas indispensables de la narrativa, no me atrevería a calificar Moby Dick como una lectura fluida o agradable. En realidad, en bastantes instantes es tan dura como esos malhumorados arponeros.



Las personas amantes de la navegación tienen en la prosa de Melville al compañero ideal de viaje, a un narrador que no ahora ningún tecnicismo o definición de las distintas tipologías de ballenas. Indudablemente, ello otorga un grado de verosimilitud al relato, una fuerte coherencia y curiosidades de la vida cotidiana de los habitantes de Nantucket. Sin embargo, creo que un lector medio no necesariamente embelesado con esta jerga, puede sentirse en ocasiones, un tanto mareado, como buen marinero de agua dulce que se precie. Por fortuna, aunque tarde en aparecer, se crean todas las expectativas para conocer al capitán Ahab, cuya figura es una de las inmortales en los panteones literarios.


Y es que más allá de otras consideraciones, el extraño pero carismático capitán y su influjo sobre su tripulación hacen que esta misión suicida alcance una dimensión épica. Existe una palabra de origen turco y resonancia mágica, kismet, cuyo significado vendría a ser algo así como el misterioso hilo del destino que lleva a la personas a un fin concreto. La grandeza del terco Ahab es resistirse a que tiren de él como una marioneta, a pesar de la espada de Damocles que se cierne sobre él. Algunos han llegado incluso a ver en su titánico pulso una metáfora deicida, el intento de un ser humano de alcanzar predominio sobre su creador. Quién iba a decir al malencarado Ahab que las letras lo recordarían como un moderno Prometeo. 



De cualquier modo, tampoco podemos subestimar un hecho entre esas tormentas: Moby Dick durmió durante mucho tiempo como una obra menor, arrumbada en estanterías de bibliotecas estadounidenses hasta que se sobrepuso a todo. Pese a sus conocimientos, Melville cometió no pocos errores en sus clasificaciones, también se confundió en algunas de las abundantes citas que jalonan y, en no pocas ocasiones, ralentizan la propia aventura creada. Fue con el paso del tiempo cuando las re-lecturas descubrieron los muchos secretos que escondían sus páginas.  



Por ejemplo, el nada disimulado y expresado homoerotismo que de manera elocuente usa Melville para definir la inesperada alianza que Ismael fraguará con su compañero de posada y cuarto, Quiqueg. Los pasajes donde ambos comparten cama, circunstancia nada atípica en esos atestados lugares de la época, son aprovechados por el autor para dar constancia de esa realidad, la cual traspasa fronteras dada la condición social del segundo, nada menos que un antiguo miembro de una tribu caníbal ahora metido a arponero.


Nacido en New York, aunque de raigambre en una buena familia de Boston, Melville falleció en un relativo anonimato del que le recuperaría la crítica literaria tras la I Guerra Mundial, uniéndose al club de célebres escritores que alcanzaron el reconocimiento y mérito que merecieron en vida de manera póstuma. En verdad, su alta de popularidad en el sentido que comprendemos la fama hoy, no debe confundirse con haber tenido un azar vital poco interesante. Siendo apenas grumete se enroló en barcos hasta llegar a Londres, participó en motines de marineros y terminó rentabilizando con talento las anécdotas que le contaban algunos viejos balleneros en posadas bajo fuego de chimenea y rugido de la tormenta.



De hecho, su novela más célebre hizo que en el imaginario popular se diera como común algo que era excepcional en el Leviatán. Es extraño que una ballena ataque gratuitamente a un navío, puesto que en la historia de esta práctica, dicho animal ha llevado invariablemente sus reacciones más violentas tras sufrir una agresión previa. La caída del Essex ante un cachalote fue una de las fuentes que Melville utilizó para dar verosimilitud a lo que acontecería con el Pequod.



Un relato de supervivencia y que adentra a su público en uno de los lugares donde el ser humano puede sentirse más vulnerable ante la naturaleza en su poder más crudo. 



EDICIÓN MANEJADA:



-MELVILLE, H., Moby Dick, Austral, Barcelona, 2011. Traducción, presentación y notas aclaratorias a cargo de José María Valverde. 



RESEÑAS DE INTERÉS:



-EN EL CORAZÓN DEL MAR



-RESEÑA DE MOBY DICK EN ROQUEMADRID



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.altair.es/es/libro/moby-dick-austral_112986



-http://www.afi.com/laa/laa89g.aspx



-http://mentalfloss.com/article/72100/11-things-you-might-not-know-about-moby-dick

domingo, 9 de octubre de 2016

SI VAS A PARPADEAR, HAZLO AHORA


Las películas de dibujos animados siempre han escondido una buena dosis de secreto tras su apariencia infantil. Aunque, por supuesto, era el público al que principalmente iban dirigidas, muchas de las piezas maestras del Disney más clásico presentaban otros niveles de lectura que podían complacer y atraer a una audiencia adulta. No obstante, la revolución de las últimas décadas está llevando a una realidad que va un paso más allá. Y es que ya no se trata de filmes con estética aniñada que pueden complacer a los más talluditos, sino que son son historias para adultos que presentan elementos que complacen a los más pequeños. Maravillas como Del revés se enmarcarían en esa categoría. Kubo y las dos cuerdas mágicas entra con honores en esa misma división. 



Laika Animation firma en la epopeya de este joven y encantador trovador ambulante un proyecto muy serio, desde un opening inicial que resulta mucho más oscuro de la media habitual. Kubo está hecho para encariñarse con él desde casi el primer instante, creándose desde el inicio una complicidad que resulta fundamental para el viaje que está a punto de iniciar. Travis Knight dirige con acierto los elementos sobrenaturales hasta el punto de ofrecer algunas reflexiones sobre la muerte y los espíritus que ya habrían querido copiar más de una y de dos películas a imagen real que han pecado de pretenciosas a este respecto. 



"Si vas a parpadear, hazlo ahora". Con estas simples palabras y sus cuerdas milagrosas para hacer música y dar vida a las figuras del teatrillo ambulante de Kubo, el muchacho entretiene a los aldeanos de su pacífica villa, bajo la advertencia de que distraerse un segundo de la narración podría provocar la muerte del héroe de la aventura que cuenta. Pese a su habilidad, el chico se ve incapaz de darle un final y cierre digno a sus fascinantes historias de legendarios samuráis. No es consciente de que, dentro de muy poco, él será protagonista de una de ellas. 



Partes ocultas del pasado del chico y su verdadera ascendencia corren el riesgo de amenazarle a él y a todos sus seres queridos. Pronto, comprenderá que las advertencias de su madre sobre los riesgos de determinadas excursiones nocturnas a la villa no eran baladíes. En el punto de mira de dos hermanas enmascaradas que afirman ser sus propias tías de sangre, Kubo se verá abocado a una carrera contrarreloj y la búsqueda de unos misteriosos objetos. 



Las dos extrañas criaturas empeñadas en darle caza son diseñadas de una manera inmejorable, combinando aspectos de los fantasmas más clásico con el universo Kill Bill, destacándose alguna escena de lucha en un antiguo cementerio que alterna el Japón más clásico con un toque gótico a la europea. Muchos elementos que se combinan, casi siempre con acierto, para demostrar que Kubo es una película con una ambientación muy especial. 



Francisco Marinero destaca en su crítica sobre el trabajo de Knight la capacidad de hacer todo esto con un argumento que recuerda a muchas de las preferencias del cine de Kurosawa, especialmente cuando bebía en las fuente de su admirado Shakespeare y los dramas dinásticos a los que acostumbraba El Bardo. El pasado del linaje de Kubo y sus antepasados lo irán colocando en una trampa casi mortal, aunque tendrá dos singulares y especiales compañeros de viaje en tan épica andadura. 


Actualmente, el estudio Laika tiene la consideración de uno de los más libres a nivel creativo de Estados Unidos, habiendo realizado ya una pequeña pero exquisita muestra de cintas del género con un toque muy independiente y grandes dosis de originalidad. El tiempo dirá la plaza que ocupará Kubo y las dos cuerdas mágicas en el podio conforme avancen los años, si bien si intuye que va a ser un puesto privilegiado. 



Hace algún tiempo en este blog se hizo una reseña de Tintín en el Tíbet, una de las aventuras más especiales e iniciáticas del intrépido reportero franco-belga (reseña). Podría establecerse un paralelismo con el nudo de la película, ya que, junto con las aventuras y rivales de rigor, hay un componente espiritual muy fuerte en todo el asunto, quedando escenas que realmente cautivan, con un nivel de sensibilidad que es una delicia. 



Si van a parpadear, por favor, háganlo antes de ponerse a ver esta historia... 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.minigranada.com/2016/kubo-y-las-dos-cuerdas-magicas/



-http://cineultramundo.blogspot.com.es/?view=classic



-http://www.gratistodo.com/fondos-kubo-y-las-dos-cuerdas-magicas-wallpapers/

domingo, 2 de octubre de 2016

EL LETRADO DE LA COCINA DEL INFIERNO (DAREDEVIL, PRIMERA TEMPORADA)


Justo cuando la proliferación de películas ambientadas en el mundo superheroico parecía abocarnos a rincones lejanos y la más pura fantasía, una apuesta de Netflix ha venido a recordarnos que, en muchas ocasiones, conviene bajar a pie de calle. De la factoría de donde han salido productos como House of Cards, viene ahora la azarosa carrera de Matt Murdock, brillante abogado en la Cocina del Infierno de New York durante el día, justiciero enfundado en traje de diablo por la noches (Freud tendría mucho que escribir sobre míster Murdock), conocido como Daredevil. A lo largo de trece episodios, su primera entrega se confirma como una más que digna adaptación del héroe creado décadas atrás por la fértil imaginación de Stan Lee y Bill Everett. 



Con acierto, Drew Goddard y los otros directores del programa han optado por escoger la estética de la etapa de Frank Miller en la colección de Daredevil. Oscura, madura y con un toque de cine noire, aquellos cómics marcaron la esencia de un héroe muy especial, puesto que Matt es invidente a raíz de un accidente. Su sobrehumana compensación con los otros sentidos lo hacen un caso único en la amplia nómina de paladines de Marvel. Ver los entonados títulos de crédito invita al optimismo, puesto que entre los productores se aprecian nombres como Jeph Loeb, quien firmó junto con Tim Sale un retrato muy intimista del abogado: Daredevil Yellow. Cuando hay gente involucrada que conoce al personaje y está dispuesta a jugarse la pasta por él, la señal es inmejorable. 



Charlie Cox es el encargado de poner rostro al protagonista, quedando la impresión desde la primera vez que le vemos andando por las calles con su bastón de que está perfectamente familiarizado con el rol que le toca desempeñar. Con eficaces y sobrios flashbacks, pronto iremos conociendo más de la infancia de Matt, criado con dificultad pero esfuerzo por su padre, Jack "Batallador" Murdock, un boxeador en declive que lucha tanto en el ring como para que su hijo se gane el pan con los libros y no recibiendo golpes en una esquina. Por supuesto, veremos cómo adquiere sus poderes, aunque hay muchas lagunas en su biografía, aunque dé la sensación de que siguientes entregas irán deshilvanando un puzzle fascinante. 


El elenco de secundarios que rodean a una figura tan atormentada y carismática como Murdock exigía estar a la altura, algo que un casting hecho con mucho gusto consigue. Elden Henson se consagra como Foggy Nelson, el eficaz compañero de bufete de Matt, amigos desde la carrera, aunque las decisiones de Murdock de terminar saltando azoteas en busca de criminales puede provocar malentendidos en la mejor de la amistad. Pronto, a su pequeño negocio llegará una joven que sabe mucho más de lo que aparenta, Karen Page (una Deborah Ann Woll de menos a más durante todo el show, hasta el punto de convertirse en imprescindible), una presencia que desencadenará involuntariamente que los dos picapleitos vayan metiéndose con quién no deben. 



Los cánones marcados desde la Edad de Plata de los cómics exigían una Némesis para el lado del bien. Incluso el lector más ocasional de Daredevil sabía que Kingpin era la única elección posible, habida cuenta que para ese universo de Hell´s Kitchen es el absoluto equivalente a lo que supone el ilustre profesor Moriarty para los dos sabuesos de Baker Street. Esperábamos un gladiador y una presencia apabullante, justo para que Vincent D´Onofrio nos trajera algo mucho más complejo e interesante. En todo momento, los guionistas inciden en la personalidad y psique de Wilson Fisk, lo cual hace que sea más fascinante ver su transformación en Kingpin, un señor de los bajos fondos que dirige a las bandas de New York con la despiadada eficacia de un general de Genghis Khan y la racionalización coherente del mejor bibliotecario de Constantinopla. 



Igual que ocurre con Matt, se nos regala algún pequeño flasback del joven Wilson, quizás el mejor plato de una primera temporada que no deja descanso a su afortunado espectador. Asimismo, el cortejo de Fisk con la elegante marchante de arte Vanessa (Ayelet Zurer) es otra declaración de intenciones. Como él mismo dice de manera magistral, el no demasiado honesto hombre de negocios no está interesado en mujeres que se puedan comprar con dinero, lejos de buscar una goomar joven y tan espectacular en lo físico como descerebrada por dentro, el futuro Kinping intenta aspirar a una sofisticada, elegante y misteriosa mujer. Que Fisk sea capaz de fijarse en alguien como Vanessa refleja que hay aristas en el villano de la historia. Que Vanessa vea algo en Fisk, advierte que la inteligente dama tiene también sus rincones oscuros. Su romance es una delicia compleja que vuelve a hablar de la inusual madurez de una serie que no se contenta con piruetas y acrobacias de una figura escarlata con cuernecitos en su máscara, aunque el traje definitivo tardará en llegar, con homenaje previo a John Romita Junior. 


Dentro de los secundarios, hay verdaderos lujos como el de Ben Urich (Vondie Curtis-Hall), el periodista por antonomasia de las viñetas, un momento de relax entre tanta mafia rusa, filantropía con derecho a asesinato, complejos justicieros y muchas acción. Urich supone uno de los últimos y más carismáticos ejemplos de ese periodismo escenificado en filmes como Todos los hombres del presidente (1976). Es decir, esos periodistas honestos y de olfato fino que saben ver más allá de la versión oficial. Urich tarda poco en convertirse en uno de los más queridos de toda la serie por su humanidad. 



El otro bocado de cardenal que Netflix se permite es el fichaje de toda una estrella como Rosario Dawson para dar vida a una curtida enfermera que empieza a escuchar noticias de una figura con pasamontañas que parece estar intentando arreglar las cosas, aunque sus métodos no sean los mejores. Claire Temple se erige pronto como una espléndida presencia que, además, es capaz de plantar cara y una raya moral al nuevo héroe, de similar manera a lo que Jim Gordon puede significar para cierto Murciélago de Gotham City.  



Todo parece funcionar en esta brillante obertura donde no quedan más preguntas que hacer a su señoría. Quedaba con ansiosa espera una segunda entrega menos profunda y más trepidante, la cual intentaremos desmenuzar dentro de cuatro semanas. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



-http://www.revistameta.com.ar/archivos/9676



-https://moviecomicswhoswho.wordpress.com/2015/03/24/ben-urich/



-http://www.nolapeles.com/2015/04/10/estreno-de-la-serie-daredevil-de-marvel-por-netflix/